Medio Ambiente

La tormenta solar que podría colapsar internet durante semanas

Las líneas de fibra óptica de larga distancia y los cables submarinos son muy vulnerables

Tormentas solares
Tormentas solaresLa RazónLa Razón

¿Qué pasaría si la red global de internet colapsara durante meses? El impacto económico derivado de un solo día sin la red supondría unos 7.000 millones de dólares en pérdidas económicas en EE UU. Así comienza un estudio realizado por la investigadora Sangeethe Abdu Jyothi de la Universidad de California y publicado recientemente. El causante de esta tragedia, que iría acompañado de caídas durante días en la red de distribución eléctrica, podría ser el Sol. Más concretamente, una tormenta solar o una eyección direccional de una gran masa de partículas altamente magnetizadas desde el Sol (masa coronal).

Si la Tierra se encuentra en la dirección a la que salen despedidas dichas partículas, estas impactan con el campo magnético que la protege produciendo varios efectos. Las corrientes inducidas que se forman en ese campo son responsable de las auroras boreales, pero en casos extremos si las corrientes supera el escudo puede tener efectos letales en el cableado eléctrico y en sistemas de telecomunicaciones como el GPS, además de en oleoductos, gasoductos, líneas ferroviarias, etc. «Los ciclos del Sol se abren y se cierran cada 11 años. En 2020 empezó un nuevo periodo de máxima actividad solar que alcanzará su culmen más o menos a mediados de esta década. En estos periodos sabemos que las tormentas pueden pasar de dos veces por mes a dos en el mismo día», explica Héctor Socas-Navarro, investigador científico del Instituto de Astrofísica de Canarias.

Nuevo periodo de máxima actividad

El hecho de que entremos en un nuevo periodo de máxima actividad explica también estas publicaciones que alertan sobre los posibles peligros. Y es que aunque parezca un mal augurio, hay todo un histórico de episodios de grandes eventos solares. En 1859 tuvo lugar el evento Carrington, la mayor tormenta solar registrada hasta el momento. Produjo una caída de las líneas de telégrafos del mundo. Un invento, por cierto, recién estrenado.

En aquella ocasión se vieron auroras boreales en lugares como Honolulu o La Habana, cuando este fenómeno está generalmente restringido a latitudes cercanas a los polos. Se han ido sucediendo muchos otros efectos desde entonces, a medida que la humanidad se ha ido haciendo más dependiente de la tecnología, pero el acontecimiento que despertó un interés global por estos sucesos, más allá del ámbito académico, fue el colapso de la red eléctrica de Quebec, debido a una gran tormenta el 13 de marzo de 1989, que dejó a millones de personas sin electricidad durante nueve horas. Y más recientemente, a finales de octubre de 2003, como consecuencia de la conocida como tormenta de Halloween, «hubo de nuevo apagones en la ciudad sueca de Malmö, e incluso transformadores afectados en latitudes tan bajas como las de Sudáfrica meses después.

Este campo eléctrico actúa como una fuente de voltaje a través de las redes de transporte eléctrico de alta tensión, de manera que en ocasión de grandes tormentas geomagnéticas las corrientes inducidas pueden dañar los transformadores de las mismas», comenta Joan Miquel Torta, del Observatorio del Ebro del CSIC.

Hace 10 años su grupo de investigación comenzó a estudiar para diferentes entidades la vulnerabilidad del sistema eléctrico español. Ahora acaban de publicar los resultados de su último estudio al respecto. España, por la latitud a la que se encuentra no debería verse muy afectada, a diferencia de los países cercanos al polo Norte como Estados Unidos (que cuentan incluso con normativas que obligan a las compañías eléctricas a tomar medidas de prevención). Sin embargo, su análisis alerta de que en la Península los transformadores más expuestos son aquellos situados en los extremos de la red. «El grado de afectación depende de la topología de la red y de la conductividad del terreno. El problema es que las corrientes casi continuas de las tormentas se superponen a las alternas a las que trabajan los transformadores, provocando que se calienten e incluso se quemen», explica.

La probabilidad de un evento como el de Carrington se ha estimado en un 12% por década, o uno cada 100-150 años, aproximadamente como un terremoto de magnitud nueve. Y, sin embargo, «debido a la rotación solar, en julio de 2012 una eyección de masa solar como la de Carrington no llegó a la Tierra por una semana. Si ocurriese hoy en día uno de esos eventos, los impactos en la vida corriente de millones de personas serían profundos. Nos enfrentamos a un riesgo de origen natural, con efectos extraordinariamente importantes para nuestra vida marcada por la dependencia tecnológica», matiza Torta. Uno de los informes más conocidos que alertan sobre los posibles peligros que un evento natural de este tipo tendría es el que realizó en 2008 la Academia Nacional de Ciencias Americana. Según este organismo un evento como el de Carrington podría causar 20 veces más daños económicos que el huracán Katrina.

Detección temprana

Muchas de las agencias espaciales como la Nasa o la ESA cuentan con sus propios sistemas de detección temprana, sistemas de satélites que servirían para informar a la Tierra y darnos algunas horas antes de la llegada de una llegada masiva de este plasma solar. Aunque, por ejemplo, una de las sondas Stereo situada cerca del sol y que vigilan la frecuencia e intensidad de estos fenómenos fue impactada en 2012 por una gran eyección de masa coronal, que en ese caso fue contraria a la Tierra. No sufrió daños porque se apagó a tiempo.

Además, hay varias alternativas para defenderse o mitigar los efectos en la Tierra. Una es apagar los sistemas (también los satélites) cuando se detecta que se aproxima una masa de plasma, aunque esta acción puede originar muchas falsas alarmas porque no siempre se originará una intensa tormenta. Otra forma de proteger los grandes transformadores es añadiendo condensadores, pero eso puede provocar daño en otros transformadores de la red que no se hayan protegido por ser considerados menos vulnerables. También se puede invertir en transformadores de repuesto... No hay ninguna solución fácil porque algunas requieren grandes inversiones y no sabemos si se van a producir eventos realmente peligrosos ni cuándo», especifica Torta.

Lo que queda claro es que hay que seguir estudiando y observando el Sol, porque «hay datos sobre los pequeños eventos, pero no sobre los de grandes dimensiones, aquellos que podrían generar un colapso», opina Socas-navarro. Ahora se están empezando a estudiar los anillos de los árboles, porque parece que a través de estos los científicos pueden obtener más datos sobre otros grandes eventos pasados incluso antes de la gran tormenta Carrington. «Se está estudiando la relación entre el contenido de carbono 14 atrapado en cada anillo y que parece estar relacionado con la actividad solar. Gracias a los árboles se han establecido al menos tres eventos de máxima actividad solar y afectación a la tierra en otros tres momentos históricos, en el 664 dc, en el 776 dc y otro alrededor del año 990 a C.», matiza Socas-navarro.