Crítica de cine

Odio los domingos

Dirección y guión: Andrew Haigh. Intérpretes: Tom Culllen, Chris New, Jonathan Race, Laura Freeman. Gran Bretaña, 2010. Duración: 97 min. Drama.

Odio los domingos
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Dice Pedro Costa que hacer cine es fácil: sólo necesitas una, dos personas en una habitación y una cámara. Su obra maestra, «En el cuarto de Vanda», responde a ese plan de trabajo. La magnífica trilogía hablada que Richard Linklater lleva rodando durante dos décadas también aplica esa feroz economía de medios otorgando a la palabra y a su profundidad de campo la importancia que se merece. El «Weekend» de Andrew Haigh viene a ser una versión «mumblecore» de «Antes de amanecer», trasladada a las singularidades de una relación homosexual. La mayor virtud de la película es su exactitud emocional, la precisión con que, en sólo un par o tres de escenas, define la idiosincrasia de sus personajes. Por un lado vemos a Russell (Tom Cullen), preparándose para asistir a una reunión con amigos hetero en la que se siente visiblemente incómodo, mintiendo para marcharse pronto, metiéndose en un club gay y emborrachándose. Por otro está Greg (Chris New), su escurridizo ligue de una noche, que aparece y desaparece de su vista como un conejo que no quiere salir de una chistera.

La belleza de «Weekend» no está tanto en la descripción de un romance con fecha de caducidad sino en la sutileza con que Haigh hace que emerja de las elipsis. Es ejemplar el modo en que elude o muestra las escenas de sexo. No vemos el primer contacto sexual, cada personaje cuenta su versión. Y progresivamente, en las dos siguientes, la intimidad empieza a hervir, al calor de las confesiones de dos personas que afrontan su soledad desde lugares emocionales diametralmente opuestos. Porque esta es una película sobre cómo el amor define nuestra identidad, hecha desde una humildad desarmante.