Opinión
Eusebio Güell
Mientras la Cataluña desmemoriada, paleta, inculta, racista y apayasada insiste en sus golpes, tramas, desmanes y ridículos, ha sido enterrado en Barcelona el prototipo del gran señor catalán. Un español rotundo, que llevaba el apellido y el título a los que tanto debe Barcelona. Nieto del protector de Gaudí y creador del asombroso Parque Güell, que después de la Sagrada Familia, constituye la atracción artística y turística más visitada de la Ciudad Condal.
En Sierra Morena me hallaba cuando supe del fallecimiento de Eusebio Güell de Sentmenat, vizconde de Güell. La proximidad de los Güell a la Corona y su lealtad a España se demuestra en la existencia de tres noblezas con el mismo apellido. Conde de Güell, vizconde de Güell y barón de Güell. Prueba inequívoca de méritos acumulados. Pero Eusebio era también un Güell reconocible en la lejanía, porque sus rasgos, su manera de vestir, y su bastón de compañía eran inconfundibles en la distancia. Creo que además de un hombre bueno,cristiano, liberal, familiar, simpático, generoso y con gran sentido del humor, era de los hombres mejor educados que he conocido en mi vida.
Enamorado con pasión de Comillas. El actual marqués de Comillas es Alfonso Güell; y en Comillas, junto a la ría de La Rabia se alza una de las casas –con un jardín asombroso–, más singulares y atractivas de España, cuya propietaria es la baronesa de Güell. Y en Comillas he conocido, tratado y querido a todos los hermanos Güell de Sentmenat. Eusebio, Carlos, Juan, Claudio, Felix y Luisa. Su parentesco con los López de Lamadrid, que también son muchos y muy grandes, consigue modificar el censo comillano. Cuando ellos llegan Comillas parece más habitada, y cuando se van, hay sitio para aparcar los coches.
Alfonso XIII tenía programada una visita a Barcelona con diferentes actos. Tres días antes de emprender viaje, el Presidente del Consejo de Gobierno, le solicitó que cancelara su viaje a Barcelona. El anarquismo, que imperaba en aquellos tiempos en Cataluña, había amenazado con atentar contra su persona. Y Alfonso XIII se mantuvo en sus ídem: «Voy a Barcelona por encima de todo porque no hacerlo sería una descortesía. Y por otra parte, temo más a Gaudí que a los anarquistas». Cuando se lo conté a Eusebio Güell, no le hizo ninguna gracia, pero estaba tan bien educado, que sonrió.
Veo a Eusebio en el Real Club Estrada de Comillas un domingo cualquiera del verano. Rodeándolo, su mujer Maruja, sus hijos Carmen, Luisa, Paz y Eusebio, sus nietos que faltan dedos de las manos para contarlos... Y siempre la sonrisa amable y abierta del patriarca presidiendo la mesa.
Los Güell no conforman una familia normal. La anormalidad está también en el mérito. Las tres ramas han servido a su gente, a sus raíces, a Cataluña y a España. En los primeros días de septiembre del último verano, ya físicamente devastado pero manteniendo el empaque de sus huesos, con la voz débil, me hizo un comentario desolador. «Jamás pensé que tendría un final tan triste». Intenté la mentira piadosa: «No es triste porque no es tu final». «La tristeza no me viene de mi debilidad física. Me refiero a Cataluña y a lo que están haciendo esos locos con Cataluña». No encontré mentira piadosa para rebatir sus palabras.
De lo que no hay duda es que, con Eusebio Güell, desaparece un gran señor de Barcelona, un español profundamente orgulloso de serlo, un comillano de corazón y alma. Es de esperar que los suyos, sus descendientes sepan valorar su lección de lealtad y firmeza, y honrar su apellido con la misma resistencia con la que su padre y abuelo lo honró. Y seguro estoy de ello.
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