Opinión

Máster, mentiras y cinta de vídeo

Como dice el poeta Ovidio, «una mala causa empeora cuando se pretende defenderla». Y lo de Cristina Cifuentes era una mala causa, una causa perdida desde el principio. Sus falsos argumentos para resistir sirvieron sólo para empeorarlo todo. Sus enemigos la esperaban a la vuelta, embozados, con la navaja cabritera en la mano. Todo ha sido sucio y triste en esta historia. El vergonzoso vídeo del supermercado –inicuo instrumento de venganza– se ha visto en medio mundo para descrédito de España y jolgorio de los huidos de la Justicia.

En todo este episodio ha faltado visión política y ejemplaridad ética. ¿A qué venía el aplauso cerrado de Sevilla? ¿A qué esperaban en las altas esferas del PP para señalarle la puerta tras el insostenible chanchullo del máster? ¡Máster, mentiras y cinta de vídeo! Una combinación explosiva, que puede hacer saltar por los aires no sólo a los populares de Madrid, sino a los de toda España. Una piedra en las aguas mansas del lago levanta círculos concéntricos que llegan hasta la orilla. Lo que está pasando en el partido gobernante es un tsunami, que amenaza con el gran naufragio del partido conservador. Ya se oyen voces de ¡sálvese quien pueda! Los más confiados de la tripulación aún insisten en que es una falsa alarma y que hay que dar tiempo al tiempo.

El siguiente capítulo es, pues, el de la resistencia. Resistir a toda costa. Que el que resiste gana, frase que se atribuye al militar franquista Camilo Alonso Vega, que hizo suya Camilo J. Cela y que parece que ha adoptado como norma de conducta, inducido por su asesor áulico, Mariano Rajoy. «Resistid y reservaos para días más felices». En estos tiempos de tribulación, esa es la consigna de Moncloa, tomada de Virgilio, el otro gran poeta latino, en la Eneida. Es la doctrina, a la desesperada, que difunden hoy por las agrupaciones del PP de toda España los dirigentes del partido. ¿Veis? –les dicen–, ya tenemos presupuestos a la vista; la legislatura sigue, hay tiempo por delante para que cambien las encuestas, vendrán tiempos mejores, que no cunda el pánico.

En todo esto hay una cosa cierta: los nacionalistas vascos prefieren que siga Rajoy a que llegue Rivera, que es ya el favorito de las empresas del Ibex y de importantes periódicos de la capital. Y, si tienen que elegir, los nacionalistas catalanes también se quedarían con el político gallego, que aún preside el Gobierno y que está cuidando con delicadeza la intervención en la Generalitat de Cataluña y todos los detalles para el próximo traspaso del poder allí, que es en lo que se trabaja en silencio con más intensidad.

Rajoy cree que devolviendo la normalidad a Cataluña y aprobando los presupuestos, sus dos grandes obsesiones, habrá tiempo para rehacerse. Pero será difícil tapar en poco tiempo la corrupción del pasado, las mentiras de hoy y esconder en un cajón las cintas de vídeo. «¡Qué cruce en tu muñeca / del tiempo contra el tiempo!» (Pedro Salinas).