Opinión
«Tractores» para los «Aitores»
Fíjense qué cosas, ahora lo que va a resultar es que Pedro será quien le acabe entregando a Aitor el prometido Tractor de Mariano. «Si quieres grano, Aitor, te dejaré mi tractor» le respondía muy coloquial en el Parlamento Mariano Rajoy al portavoz del PNV Aitor Esteban tras escuchar las exigencias del grupo vasco en materia económica, ya saben, «si bien me quieres, Mariano, da menos leña y más grano». A veces se tarda en descubrir en toda su desnudez la catadura de según qué grupos políticos con quienes no hay duda de que hay que pensárselo más de dos veces a la hora de entrar en el terreno de las bromas, incluso aunque pertenezcan al elenco del lenguaje parlamentario. Rajoy lo ha comprobado en carne propia en el caso del PNV. Ahora ya sabe que la que considera madre de todas las traiciones parlamentarias solo podía venir de la mano de cualquiera de las formaciones que, aun formando parte de un parlamento nacional, el perverso juego de matemática parlamentaria les brinda ventajas para un interés territorial concreto que nada tiene que ver con el interés general al que se debe la cámara que representa a toda una nación.
El cortoplacismo trufado de ingenuidad y un mal entendido pragmatismo en los presidentes de nuestra democracia ha llevado sencillamente a esto. A que los mismos que se han beneficiado de la indulgencia y de la benevolencia de los gobiernos de turno hayan acabado poniendo en jaque –esperemos que no «mate»– a todo el estado en el caso del secesionismo catalán y hayan tenido la llave para tumbar a todo un gobierno nacional en el caso del oportunista nacionalismo vasco, ya saben, los mismos a quienes durante años hemos contemplado recogiendo las nueces políticas de un nogal dolorosamente agitado. España, donde nos jactamos de seguir la línea de las grandes referencias occidentales y europeas es, junto con Italia –y a las pruebas nos remitimos–, el único país cuya ley electoral permite la perversión parlamentaria de ceder a minorías nacionalistas la última palabra de los grandes temas nacionales e incluso de estado –todavía seguimos a vueltas con una normativa electoral que clama a gritos su reforma–.
También es el único donde la principal ley aprobada cada año como son unos presupuestos, que se supone se elaboran por el interés general de todos los ciudadanos y territorios, queda al albur de intereses puntuales y muy localizados, ergo, no nos alejamos demasiado de la realidad afirmando que no todos los presupuestos que se llaman «generales del estado» garantizan la solidaridad interterritorial. Resulta tan cómico como paradójico el hecho de que quienes nunca fueron objeto de una moción de censura como gobernantes por casos de corrupción tan «menores» como el Palau, Casinos o ERES hayan abanderado la censura a un gobierno por otro caso de corrupción. Otros escándalos como Filesa, ¿se acuerdan?, o el de los GAL pagaron con la censura al gobierno socialista, sí, pero la de los ciudadanos y en las urnas. Lo del PNV ha sido lección y aviso a navegantes como Rivera, como el futuro sucesor de Rajoy o como el propio ya presidente Sánchez, al que por cierto le toca ahora gestionar los «tractores» de muchos «Aitores».
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