Opinión

Pellizco de monja

El Partido Popular le ha dado un pellizco de monja al PNV enmendando sus propios presupuestos en el Senado. Los nacionalistas vascos se lo han tomado a mal, pues ya se sabe que esos pellizcos, aunque cogen poca sustancia, duelen. ¡Claro que duelen! ¡Cómo no va a doler quedarse sin treinta y cinco millones del ala! Pero la cosa es que todavía les quedan 415 a costa del negocio que hicieron con Mariano Rajoy para, a los pocos días, dejarle tirado en la moción de censura de Pedro Sánchez. Si de mí dependiera, les hubiese dejado sin nada, porque eso de traicionar la palabra dada es muy feo. Claro que yo soy del plan antiguo, de cuando se enseñaba lo de la palabra de vasco, que ahora, según parece, da asco. Aun así, convendrán conmigo los lectores que eso de construir un tren de cercanías de alta velocidad a costa del erario de todos los españoles –pues es en eso en lo que se va a gastar gran parte del dinero– es un auténtico disparate.

A otra a la que tampoco le han gustado las enmiendas del PP es a la nueva ministra de Hacienda, que sin embargo es comprensiva con los vetos presentados por sus socios de investidura. Esto es, probablemente, un resabio de la vieja izquierda, de cuando la dialéctica invadía nuestro pensamiento y lo de ser y no ser a la vez nos parecía de lo más normal. Es lo que tiene no entender muy bien por qué, como dijo Marx, «en Hegel la dialéctica anda cabeza abajo». Pero más allá de las florituras filosóficas, lo que parece evidente es que a la señora Montero se le complica lo del presupuesto por dos motivos: uno, porque va a tener que defenderlo, incluidos los cambios, en el Congreso y votarlo con el PP en un remedo de gran coalición a la alemana; y el otro, porque mucho me temo que estos van a ser los últimos presupuestos del PSOE en la actual legislatura.

Todo esto es, como se ve, la dialéctica del pellizco de monja. Pero no olvidemos que quien la ha inducido –o sea, el PNV– no la ha provocado por ser más o menos clerical, sino porque, una vez más, ha dado un giro a su política al inclinarse hacia su extremo independentista. Ahí lo hemos visto en pleno el otro día compartiendo alegría con los epígonos de ETA. Y también escribiendo, con los mismos, preámbulos al futuro Estatuto en el Parlamento Vasco. Los de la gran coalición presupuestaria dirán que eso son palabras y no hechos, olvidando que de polvos similares tenemos los lodos catalanes.