Opinión
Castigo
Disculpen la dureza de estas palabras, pero dice la Wikipedia que el «bukkake» es un género pornográfico, una práctica de sexo en grupo en que una serie de varones se turnan para realizar distintas actividades sobre una única persona, hombre o mujer, aunque por lo general suele ser una fémina. Procede de la idea de la humillación a una mujer, quien, rodeada de hombres, recibe un duro castigo mediante dicho acto. Al parecer es una costumbre de origen japonés, que se empleaba en la antigüedad como castigo sexual a la mujer, especialmente a la que cometía infidelidades. La creencia social era que la mujer infiel se deshonraba a sí misma, y por tanto debía ser escarmentada, mortificada y sancionada con una pena sexual que fuese la exacerbación del «delito» que ella había cometido.
Este uso sexual pasó al «animé» pornográfico japonés, y después al porno, y se ha popularizado de forma extraordinaria en los últimos tiempos, especialmente entre una generación de jóvenes que ha madurado sentimentalmente (es un decir) con el porno ilimitado, gratis y de fácil acceso en internet. El «bukkake» es lo que hay detrás de las violaciones grupales que últimamente están siendo noticia en nuestro país (las diversas «Manadas»). Y también de los violentos asaltos sexuales que tienen lugar recurrentemente –sobre todo durante las manifestaciones– en plazas públicas de países musulmanes, los más «famosos» de los cuales son los de la Plaza Tahrir, en El Cairo. Un tumulto rufianesco de hombres violentos suele aprovechar la presencia de mujeres en actos multitudinarios para «castigarlas». Para violarlas grupalmente.
Un escenario de «bukkake». Las escenas porno son grabadas por profesionales, pero las feroces violaciones a las mujeres musulmanas, o europeas, que padecen esta brutalidad, las graban los propios violadores, teléfono en ristre. Las víctimas siempre son mujeres que se atreven a deambular por el espacio público: en una manifestación política en el norte de África, o una fiesta desenfrenada en Europa... Se «castiga» a las mujeres que osan emborracharse, o andar solas por las calles. El subtexto de estos delitos es político: se intenta expulsar a las mujeres del espacio público, de las plazas y calles. Y devolverlas al redil del hogar, so pena de ejercer sobre ellas una violencia sexual degradante y vergonzosa que jamás olvidarán.
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