Opinión

Pepe Barroso y Tini Stoessel, el romance del verano

Extrañísimo: Ibiza no estaba al completo cuando hace una semana la visitamos. Pero sin miedo y con mucha cara, en primera línea playera cobraban 290 euros por una cama doble. Aún estoy corriendo. Sorprendente y hasta inédito a medidos de julio, cuando aquella solía rebosar. Noté cierta alarma cuando recogí detalles de la semi ocupación en el clásico Hotel Ushuaïa, siempre botón de muestra, igual que el céntrico y remozado Montesol, aunque yo prefería el otro más casposo, donde hace 40 años Bocaccio nos alojó en el primero de sus escandalosos viajes. Alicia Borrás amadrinó aquel vuelo Barcelona-Ibiza, que duró cinco horas. Marcó la tónica de siguientes desmadres aéreos yendo a Nueva York.

Paco Roncero y Land Rover invitaron a un grupo de informadores, como ya es ritual, al principio de temporada. Sobrevoló la petición de mano de la guapísima Pilar Rubio. Se casa pronto y era más noticia porque su petición de mano fue en casa de Roncero. Y el tema de la escasez en las playas a segundo plano, porque nos arrebata y desvela la pasión caliente y recién estrenada de Pepe Barroso Jr. por la guapa argentina Tini Stoessel. Era uno de nuestros solteros de oro, amorosamente criado por Mónica Silva. Pero pronto podría dejar de serlo, que el tiempo no perdona y lo que ayer aún era crío se ha convertido en un apuesto galán capaz de repetir la vida amorosa de sus progenitores. En su tiempo fueron únicos y el niño dará que hablar, como ellos en otra época. Fue cuando Pedro Trapote compró, muy barato, Joy Eslava a Luis Escobar. Luego, arrepentido, pretendió recuperarlo, pero no lo logró. Es un teatro con larga historia, donde actuó Pastora Imperio, se consagró mi añorada Naty Mistral con «Te espero en Eslava» y que últimamente se abarató con conciertos pop. Ahora no entienden que Trapote lo venda. Antes ya lo hizo con el primitivo Joy Jerez, que le dio pérdidas. Éste no era el caso y muchos añorarán cuando Richard Gere supuestamente tonteó en su entresuelo, Ramiro Jofe montaba desfiles espectaculares y cuanto bueno pasaba en Madrid sucedía en un Joy que deja un vacío y nos llenará de melancolía diciendo con el extinguido Antonio Gala que cualquier tiempo pasado fue mejor. Y en verdad que lo fue, aunque parezca alarde de abuelete nostálgico. Pero lo que allí vimos es historia de un Madrid prácticamente extinguido, que a veces reaparece opacado en las operísticas galas sin etiqueta del Teatro Real.