Opinión
El titulín
Propongo que hasta el título de Miss España sea revisado. Que vayamos todos no sólo con el DNI en la cartera marcados como una res que mira al infinito porque se cansó de pastar, sino también con el diploma correspondiente tatuado. Que nadie hable de lo que no sabe sin la debida acreditación. Los periodistas, por ejemplo. En el brazo como el ancla de Popeye. Acabamos dando tanta importancia a lo accesorio o lo arbitrario que lo relevante se esconde como una luna de verano entre pinares calcinados. La élite política se ha acostumbrado a abonar con excremento la tierra que quiere gobernar. Es la táctica de crear un problema para luego solucionarlo.
Ven qué fácil era, dicen luego, para obtener un sobresaliente de mentirijillas en gestión. El presidente mostró sus manos, pero ¿y los papeles? Los suyos, no los del «Aquarius». La obsesión por la transparencia y la regeneración era una excusa para descabalgar al PP. Muerto el perro me inoculo su rabia. La mayor falta de ética es exigirla sin mirarse antes al espejo. Digamos que es el parámetro couché que nos acuna en los telediarios. El caso flú flú del máster de Casado es sólo un entremés, un pasaratos para seguir abonando que detrás del centro derecha hay mentirosos, corruptos y personas sin corazón que no quieren acoger a los inmigrantes. La lucha de la izquierda y los advenedizos no es ya el combate artificial entre ricos y pobres sino entre buenos y malos, lo que hace de la política una burbuja indecente. Esos falsos santos inocentes que van expediendo títulos mediáticos deberían enseñar el suyo. Con el correspondiente sello compulsado.
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