Opinión

Nazis, no gracias

Que no hay sitio. Palabra del Gobierno respecto al barco Aquarius. Que España no es el puerto más cercano y, por tanto, el más seguro. Mientras Laia Ortiz, teniente de alcalde de Barcelona, afirma que su ufana ciudad «siempre estará comprometida con la vida». Acabáramos. Luego ya otros compromisos menos vistosos, no sé, con la Constitución, el Estatuto de autonomía o las leyes, como que tal. De los ciudadanos españoles desposeídos de sus derechos, injuriados por sus paisanos, amenazados por sus gobernantes, señalados por los medios de comunicación, estabulados en el receptáculo reservado para los indeseables y expatriados de su propia tierra por unos señoritos reaccionarios, pues oye, ni mu. Tampoco hablamos de unos políticos preilustrados. Convencidos de que los Estados no pueden ser plurinacionales. Enamorados de cuantos teóricos del fascismo postularon el identitarismo cultural como llave maestra de los contratos sociales. Nuestro corazoncito, nuestras lágrimas bajo la lluvia y nuestro discurso solidario teóricamente lo reservamos para los prófugos del hambre. Teóricamente porque en realidad apenas si los usamos como trampantojo electoral y confeti megalómano. Ahí tienen aquel primer Aquarius, desembarcado en tierras españolas bajo la atenta mirada de los camarógrafos y con medio Gobierno agitando entusiasmado las banderolas, y ahí la realidad de los sucesivos Aquarius. Ahí, de paso, las políticas efectivas adoptadas en su día por el entonces ministro Rubalcaba., que tal y como recordaba el profesor Félix Ovejero consistieron en que las patrulleras de la Guardia Civil patrullasen los zonas de origen y en acuerdos con los países desde los que salían los inmigrantes. A falta de que Europa actúe de forma consecuente y firme, y del apoyo de nuestros socios, políticas. No epidérmicos mantras ni eslóganes de valla publicitaria. No sucias palabras de uso corriente mientras el problema hiede y mientras, a nivel local, en la Barcelona comprometida con la vida, el partido de la alcaldesa ignora de forma ignominiosa el asalto a las instituciones de todos y el voraz intento de que buena parte de la población acabe por requerir papeles de entrada no bien crucen hacia Aragón o la Comunidad Valenciana. Cosa que ojalá suceda de consumarse el proceso revolucionario. Porque es posible que Europa no sea capaz de acoger a los millones de desesperados que llaman a sus puertas, pero debería de ser evidente que no hay sitio, ni hoy ni nunca, para los nazis.