Opinión

Mi «asento andalú»

«Oiga, ¿se está usted burlando de mí acento andaluz?» la frase de Susana Díaz pronunciada la pasada semana en la Camara Alta dirigiéndose al senador popular Luis Aznar, durante su comparecencia ante la comisión que investiga la financiacion irregular de partidos políticos resulta más que indicativa a la hora de definir lo que, durante décadas viene siendo la estrategia del partido socialista para perpetuarse en el poder en la Junta de Andalucía y que viene marcada por el victimismo hacia presuntos ataques desde el exterior y por el maniqueísmo populista que inventa supuestas brechas entre «señoritos» y campesinos de Despeñaperros hacia abajo y entre los acomodados que vivimos de Despeñaperros hacia arriba con los desheredados del sur. Estrategia por otra parte contrastadamente eficaz teniendo en cuenta que el PSOE continúa gobernando desde hace casi cuatro décadas y muy probablemente lo seguirá haciendo tras el «2-D», en una región a la que no ha conseguido sacar del furgón de cola y que marca en algunas de sus zonas picos de desempleo en torno al 40%, escándalos de los ERE y otros ya endémicos achaques aparte, propios de la ausencia de alternancia en el poder.

Nos encontramos a menos de dos días para el arranque oficial de una campaña electoral andaluza que en términos reales lleva ya rodando unas cuantas semanas, pero fue el pasado jueves cuando tenía lugar el auténtico pistoletazo de salida con una comparecencia de la presidenta de la Junta y candidata socialista en la citada comisión del Senado, donde se supone que explicaría hasta dónde llega su nivel de conocimiento sobre el escándalo de los ERE. La comparecencia vaticinaba a priori un serio aprieto preelectoral para la cabeza de cartel del PSOE ante el supuesto fuego cruzado del interpelante del PP Luis Aznar en una comisión con mayoría de su partido incluida la propia presidencia. Hoy el candidato popular, Juanma Moreno todavía debe de estar lamentándose de la oportunidad perdida. Aznar, político con experiencia se había preparado a conciencia la comparecencia, pero con los registros equivocados. Afrontar hechos gravísimos de rapiña con un permante sarcasmo y permitir el paso de cinco horas bailoteando en el juego parlamentario es lo peor que se puede plantear ante una auténtica «potrera» de la política como es Susana Díaz, aventajada alumna del populismo andalucista emanado de la «foto de la tortilla». La presidenta no sólo evitó responder a las preguntas, sino que transformó sus respuestas en catirinarias sobre el supuesto desprecio de la España del norte y la derecha hacia una región «castigada pero con dignidad». El perfecto castellano de Luis Aznar «utiliza usted su gracejo para no responder» contrasta con la respuesta: «¿se burla usted de mi acento andaluz?». La primera y la enésima en la frente. Lo del Senado fue toda una lección de cómo no debe cometerse la torpeza de permitir al adversario hacer lo que mejor se le da, ya saben, envolverse en la bandera verdiblanca.