Aquí estamos de paso
The Walking Dead
Si Puigdemont deja caer al gobierno en Madrid, sabe que su sentencia de «exilio» será permanente
Puigdemont creyó que Sánchez lo había resucitado y en realidad lo soltó como un zombi en la cacharrería indepe para llenarla toda de carne putrefacta y echarla a perder. Bien jugado, que diría un vendedor de la ONCE. Sánchez ha vuelto a dar cuenta de los que se le ponen delante como el trilero que es. Nada por aquí, nada por allá, te hago creer esto, te llevo al otro lado, y cuando levanto el cubilete, zas, fuera de juego.
Creímos, y yo el primero, y aquí ha quedado escrito, que su juego de resucitar a Puigdemont era una partida de parchís de supervivencia, cuando en realidad era ajedrez de largo recorrido. No hay que descartar, desde luego, que el éxito de Cataluña sea fruto de la casualidad, pero del mismo modo que es imposible creer ya nada de lo que prometa, resulta más que arriesgado otorgar a la fortuna, la casualidad o la flor ahí mismo, la carrera de triunfos y remontadas que asesora el presidente del Gobierno de España.
Me envaino la espada de cercenar prestigios que tiene en el armero cualquier columnista que se precie y recojo velas sobre mis críticas pasadas y presentes a la acción benefactora de Sánchez sobre Puigdemont. Creí en una suerte de bálsamo de Fierabrás encaminado a seguir en el poder a cualquier precio, y me he encontrado con una estrategia consistente en esencia en hacerle creer que lo ha resucitado, engordar su ego de presidente en el exilio, y comprarle la amnistía con nombre propio valorándolo muy pero que muy por encima de su precio real. Y se lo tragó. Puigdemont le compró todo, y se creyó el mesías resucitado cuando en realidad era un actor principal de la serie de los muertos vivientes. Uno de esos «Walking Dead» que dan miedo al principio, protagonizan parte del episodio, y acaban con un hachazo en la cabeza que los anula para siempre.
Y aunque esa parte del capítulo aún no ha llegado, puesto que el zombi amenaza con acabar con el Gobierno de Sánchez si éste no le devuelve de verdad a la vida, lo cierto es que parece improbable que le mantenga el órdago con la ley de amnistía aún por aprobar y cada vez menos garantías de que, incluso aprobada, fuera a resucitarle. Si Puigdemont deja caer al Gobierno en Madrid porque el ganador Illa no le recoloque al frente de Cataluña, sabe que su sentencia de «exilio» será permanente, o al menos de largo recorrido. Imagino que una vez acariciado el dulce retorno, no lo perderá por un pulso que sabe imposible de ganar. Morir con tu adversario no es una victoria, sino una derrota compartida.
Completa la jugada la debilidad de una Esquerra que se jactó de negociar con un Sánchez débil y que ha muerto víctima de la estrategia del «flojo», y de su propia indefinición. O de una realidad que no muchos pudieron leer y es que el independentismo catalán es más bien fachilla o, por no faltar demasiado, conservador tirando a bastante de derechas. Que se lo digan a la CUP. Hoy la débil es Esquerra y su papel, de momento, pura bisagra para PSC o Junts.
Puigdemont ha hecho el papel que le asignó Sánchez. Y en su haber tiene éste, como primer prestidigitador del reino, la medalla de Cataluña como se colgó su antecesor socialista la del acabar con ETA.
Que se ande con ojo en su estrategia Feijóo porque puede encontrarse con otra sorpresa en las próximas generales. Aquí no hay que fiarse ni de las propias intuiciones.
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