Quisicosas
Derrota «fake»
Si lo que se impone es el discurso de que Pedro Sánchez ha barrido en Cataluña (42 escaños frente a los 60 que solía sacar Convergencia y Unió cuando gobernaba Pujol), las europeas pueden ser la ocasión de revalidar el sanchismo
Confieso mi perplejidad cuando muchos medios hicieron albricias de los resultados electorales domingo. De repente, se acababa el «procés», pasaba de moda el amarillo, triunfaba el constitucionalismo. Se referían, supongo, a los 42 escaños de Illa, que en absoluto le garantizan el gobierno y que son prótesis del alucinante magma que ha creado Sánchez con el independentismo de todo pelaje.
Si gobierna Salvador Illa, lo hará apoyado en Esquerra, así que nada nos libra de nuevas leyes lingüísticas divisorias o injusticias con respecto a otras autonomías. Si no gobierna, será porque Puigdemont ha repartido con Sánchez el poder: «Tú en Cataluña, yo en Madrid».
No conozco más hombre que Benedicto XVI que haya renunciado al mando voluntariamente. Carles Puigdemont prometió que se marcharía si no gobernaba, así que debe estar empeñándolo todo en renovar el liderato. Habrá quien lo considere imposible, pero no lo es en absoluto. España y los españoles son muy fáciles de convencer. Primero se finge distancia mutua, luego se hacen elecciones europeas, después se explica que la convivencia y el perdón lo requieren... y santaspascuas. Los pueblos son desmemoriados y no hay nada más que ver cómo hemos encajado con banalidad las sospechas de corrupción de Begoña Gómez. Con cinco días de vacaciones domésticas del presidente y mucho aparato de dolor conyugal y enamorado, las masas ya han dado por purgado el mal. Como si los empresarios beneficiados hubiesen devuelto las subvenciones.
Si en Cataluña ha bajado el souflé nacionalista, ha sido a fuerza de dolor. El que han causado el 155, las empresas al marcharse, Barcelona al pasar de moda y los vecinos al hartarse de los paletos pesados de las castañadas, las carreras populares y las fiestas con cebolletas y salsa. Sánchez, por el contrario, ha apuntalado el ninot de Puigdemont, que estaba pocho tras una huida cobarde en maletero, y ahora ha quedado pintiparado tras la amnistía. Le está bien empleado al jefe de Gobierno, si ahora Carles le disputa la Generalitat, es sólo fruto de tantos desvelos y cuidados por su parte. Han resucitado al difunto.
Nada nuevo bajo el sol, en España seguimos en manos de Bonnie and Clyde. La oposición tiene un mes para hacer entender que el PSOE ha perdido las elecciones en Galicia y País Vasco. En el primer territorio, porque es el feudo de Feijóo, y en el segundo, porque ni de lejos es el PSE que gobernó aquella tierra y apenas es tercera fuerza, con 12 escaños. Si lo que se impone es el discurso de que Pedro Sánchez ha barrido en Cataluña (42 escaños frente a los 60 que solía sacar Convergencia y Unió cuando gobernaba Pujol), las europeas pueden ser la ocasión de revalidar el sanchismo.
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