Opinión

Sentido de Estado

Qué bonito fue jugar a caricaturizar a la derecha, «las derechas», la «extrema», la «ultra», la de más allá o acá, hasta que llegó Vox y, con la nomenclatura podrida de hipérboles, acuñaron en vuelo ultraligero la «extrema/extrema derecha». Qué estupenda la atomización tribal, el recetario blanco/negro respecto a la crisis, la alegre división del país en buenos y malos, nosotros contra la casta, y ahora con Vox consagrado sale Pablo Iglesias, quizá el peor analista político que haya dado la izquierda española en décadas, el más torpe y primitivo y sectario, para reclamar cordones sanitarios. Cuando su partido es Vox. Cuando Vox es Podemos.

Consignas frente a ideas. Demonización de la UE. Satanización del globalismo. Críticas a quemarropa contra la Transición y el llamado Régimen del 78, de la Corona a las Autonomías. Unos quieren redimir al personal mientras pregonan su pueril recetario altermundista en abracadabrante alianza con los mafiosos que saquearon al ritmo del 3%, llaman bestias a sus conciudadanos y blanquean los crímenes del infecto nacionalismo vasco. Los otros hablan de muros en Ceuta y venden que las disfunciones causadas por la inmigración son equiparables a las que sufren los «banlieues» parisinos. Ciudadanos, por boca de su pasmoso candidato andaluz, no renuncia al voto de Abascal. Casado, ídem. Nadie resume mejor el marasmo en el que malvive este país, centrifugado por una clase política de verdaderos chiquilicuatres, que el presidente del PP en Andalucía, Juanma Moreno: «No puede pretender el Psoe que ellos sí puedan pactar con partidos independentistas y batasunos y yo no pueda gobernar con el partido en el que milita Ortega Lara».

Como si la condición de víctima –y Lara lo fue, del fascismo realmente existente en España–, legitimase cualquier idea que la citada víctima enarbole. Sobre todo: como si el hecho de que el Psoe haya renunciado a cualquier atisbo de dignidad y acepte alegre los jugosos esputos de ERC, Bildu, PdeCat y Podemos redima ahora al PP si pretende emularlo. Quiero decir que PP y Ciudadanos deberían de pactar con el PSOE andaluz. En contrapartida Sánchez tiene que convocar elecciones generales y desembarazarse de sus reaccionarios de guardia. Los partidos constitucionalistas sólo pueden trabajar con otros constitucionalistas. Ante el ataque combinado de la antipolítica urge la gran coalición de los demócratas. Una alianza con sentido de Estado para unos políticos sin sentido ni, al paso que vamos, Estado.