Opinión
Soria, ya
El día de los Inocentes hubo en Soria una protesta general, de la que la prensa nacional no dio noticia. Miles de sorianos, convocados por la plataforma «Soria, ya», se echaron a la calle de forma pacífica exigiendo que los políticos dejen de tomarles el pelo y cumplan de una vez sus promesas. Fue una gran demostración cívica, un acontecimiento de alto contenido social. En las iglesias repicaron las campanas acompañando a los manifestantes, que ocuparon todo el centro de la ciudad, desde El Collado a la Dehesa. Fue como un toque a rebato. Nunca se había visto nada parecido en una provincia tan sufrida, paciente y silenciosa. Si esto hubiera ocurrido en Cataluña, las imágenes de la multitud enarbolando monigotes blancos habrían abierto los telediarios. No es extraño que la preterida España interior se sienta olvidada y herida en su honor y dignidad. «¿Qué tenemos que hacer para que se nos escuche –me decía el cura Martín–, quemar cubiertas, montar barricadas...?»
Me parece que en esta España interior, convertida en un desierto demográfico, se ha llegado al límite de la paciencia. Y pocos observadores se dan cuenta. Luego pasa lo que pasa. La desesperación se notará pronto en las urnas. La despoblación y el escandaloso desequilibrio demográfico es el principal problema nacional al comienzo de 2019. La comunidad histórica de Castilla, seguida de la comunidad histórica de Aragón, resulta la más perjudicada. Nada es casual. La sensación de abandono por parte de los poderes públicos, desde hace décadas, está muy arraigado. El vaciamiento intencionado del centro, menos Madrid, está conduciendo a la desvertebración de España. La muerte de los pueblos debería ser la noticia del año.
Soria, donde Castilla pierde su nombre, es, en sí, la mejor metáfora del desamparo. En esto se lleva la palma. Es la provincia más despoblada y envejecida de España, con poco más de ocho habitantes por kilómetro cuadrado. El 94 por ciento de sus pueblos están en riesgo extremo de desaparecer. Es natural que los sorianos estén hartos de promesas e inocentadas. Esperan años la autovía del Duero o la de Navarra. No saben cuándo disfrutarán de un ferrocarril del siglo XXI o cuándo llegará la banda ancha. Están cansados de que los lleven a Valladolid si caen enfermos. Les duele que cierren las escuelas. ¿Dónde están los 80 millones del prometido «Plan Soria»? . Etcétera. Por estas cosas «Soria, ya» viene batallando honradamente desde 2001 y los jóvenes han entrado al relevo. «Soria no se muere –han dicho el día de los Inocentes–, a Soria la están matando».
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