Opinión
Andalucía como «espejo»
Andalucía ha consolidado a Pablo Casado y le ha dado un gran margen interno para desarrollar su liderazgo, hasta el punto de convocar a los candidatos para Madrid en su despacho de Génova 13 por separado y apenas media hora antes de hacer pública su decisión. Isabel Díaz Ayuso y José Luis Martínez-Almeida, dos jóvenes políticos con enorme recorrido y gran personalidad, se han ganado los galones a pulso, con la virtud añadida de ser dos claros ejemplos de la regeneración interna emprendida. Tienen, evidentemente, la absoluta confianza del líder, pero son sobre todo políticos sin complejos, de ideas claras y discurso firme. Nadie duda de su compromiso con los valores y principios liberal-conservadores que son la argamasa del PP de siempre. Y su elección muestra que Casado tiene las manos libres para intentar recuperar parte de sus bases, ésas que han quedado ideológicamente desamparadas, expulsadas por la tediosa tecnocracia del marianismo, que las lanzó primero a la abstención y luego a los brazos de Santiago Abascal.
Por cierto, que el líder de Vox, esta vez, pese a navegar con viento a favor, no podía hacer otra cosa que mostrarse pragmático ante el excepcional escenario andaluz... pero seguirá reclamando «más madera» que la que los populares han estado dispuestos a echar ahora a la caldera. Es lógico. Embridar el desarrollo de su ideario perjudicaría sus altas expectativas. Igualmente, el endiablado calendario electoral permite a Abascal esperar al 26-M para devolverle a Albert Rivera –el líder naranja ha representado una constante cuña en las negociaciones PP-VOX, convencido como estaba de que los verdes no iban a exponerse al riesgo de una repetición electoral– cada ofensa encajada. Aviso a navegantes.
Ya se ha preguntado Abascal, de forma retórica, con qué votos piensa aprobar Cs sus acuerdos con los populares. Las críticas del líder de Vox a los naranjas se repitieron este mismo viernes en su entrevista con Susanna Griso en Espejo Público de Antena 3: «Han tenido que inventarse los extremos para situarse en el centro, un centro absurdo, indefinido, amorfo, que no representa a nadie», aseguró Abascal que insistió en referirse a Ciudadanos como una fuerza «de obediencia francesa». Ello después de publicarse que El Elíseo «vigila de cerca» a Albert Rivera por sus acuerdos en Andalucía.
Los WhatsApp de felicitación con el emoticono de la folclórica llegaron en tromba al móvil de Juan Manuel Moreno el miércoles pasado. Quizá sea el único momento de respiro que va a tener el futuro presidente de la Junta de Andalucía, porque ahora le toca emplearse a fondo al frente de la administración de una autonomía que continúa siendo un enorme «granero» de paro, con una de las rentas per capita más bajas y, por el contrario, una de las mayores cargas fiscales, y una burocracia sobredimensionada e ineficaz. No va a tener Moreno las cosas fáciles para desmontar un «régimen» socialista andaluz que luchará con uñas y dientes para sobrevivir. Lo sabe. No es un hombre propenso a fantasías. Cierto: una cabriola de los números, la suma del PP con Ciudadanos y Vox, lo ha colocado ante el reto de ser el artífice del cambio tras casi cuatro décadas de gobiernos del PSOE, con un largo historial a sus espaldas de corrupción y clientelismo. Además, abierta esta nueva fase política, Moreno inicia su andadura con el apremio que supone ser el «espejo» que Pablo Casado, la cúpula de Génova y el resto de sus compañeros aspiran a mostrar para acelerar el desmoronamiento del PSOE en las citas con las urnas del 26 de mayo.
✕
Accede a tu cuenta para comentar