Opinión
Fernando I, rey de Castilla
Con la muerte de Al-Mansur (1002), que durante treinta años había devastado los reinos y condados del norte de España, la España cristiana consiguió disfrutar de una tregua relativa que tuvo que emplear en la reconstrucción de ciudades, recomponer las instituciones desmanteladas y sobre todo recomponer los ánimos abatidos. Los montañeses del reino de Asturias-León, unidos por la idea «romántica» del Imperio, crearon el condado de Castilla.
Fernando I el Magno, hijo de Sancho Garcés III el Mayor, rey de Navarra (1004-1035), recibió el condado de Castilla y coronado rey-emperador de León. El calamitoso siglo X tuvo que resistir este conjunto de reinos cristianos que, con el segundo hijo de Sancho Garcés III el Mayor, Fernando I, originaba una trilogía de reinos: León, Castilla y Navarra en la región noroeste de España, que en el siglo XI eran la unión de la familia real leonesa, la de Navarra y de Castilla un núcleo fuerte defensivo, reconstructor, ahora ofensivo y expansionista. El reino más extenso era León y en el siglo XI el más débil; el reino de Navarra surgía con fuerza hegemónica y su monarca, Sancho Garcés III, acreditado como rey de Navarra en Pamplona, fue sin duda quien como rey de Pamplona transformó su reino en el poderoso y compacto reino de Navarra; casó a su segundo hijo, Fernando, con la hermana del rey de León Vermudo (1032). Sancho Garcés III es el monarca «regnante e imperante» en Pamplona, Castilla, Rioja, Álava, Guipúzcoa, León, Aragón, Sobrarbe, Ribagorza, Gascuña, como puede leerse en los documentos del siglo XI, en definitiva, el monarca hegemónico en la España del Norte: véase A. Ubieto Arteta, «Los orígenes de los reinos de Castilla y Aragón» (Zaragoza, 1989).
Algo más de dos años después de la muerte de Sancho Garcés III el Mayor toda la España cristiana, exceptuando los condados catalanes, estaba bajo posesión de sus hijos. Según el derecho sucesorio el reino de Navarra repartió la tierra como herencia entre sus herederos: al primogénito, García, todo el territorio del reino de Pamplona, ampliado a costa de Castilla; el segundo, Fernando, recibió el condado de Castilla, aumentado a costa de León con la dote de su esposa Sancha; al hijo menor, Gonzalo, las tierras de Sobrarbe y Ribagorza. Al hijo mayor, Ramiro, bastardo, nacido antes del matrimonio, el territorio de Aragón.
Fernando, segundo hijo de Sancho Garcés III, se enfrentó en el valle de Tamarón a las tropas del rey leonés Vermudo III, quedando rotas las aspiraciones y la vida del rey de León, último vástago de la dinastía astur, que moría sin sucesión. Sancha, hermana del rey difunto, heredera única del reino, llevaba ya años casada con el conde y más adelante rey, Fernando I. En nombre de Sancha, reina heredera legítima, se coronaría rey de León su esposo Fernando; el condado de Castilla, al morir el conde García Sánchez, había sido anexionado por el rey de Navarra Sancho Garcés III, del cual pasaría el título a Fernando I el Magno (1035-1065), con la anexión de territorios castellanos muy importantes que casi llegaban a la capital de Burgos. Para controlar un territorio tan extenso convirtió el camino de Santiago en ruta militar, acomodado a las antiguas calzadas y apoyado en la colaboración de los condes de la franja limítrofe de Castilla: Monzón, Carrión y Saldaña. En la «Historia Silense» se dice: «Hizo discurrir la vía pública a la que llamamos Camino de Santiago por lugar apropiado, sin necesidad de rodeos, en que los peregrinos deberían desviarse por Álava por miedo a los moros».
Una leyenda recogida por la Crónica Najerense propaló que el hijo mayor García acusó a su madre de adulterio y sólo el hijo bastardo salió en defensa de su madrastra. Ésta maldijo a su hijo y adoptó a su hijastro. García, arrepentido, peregrinó a Roma en busca de perdón. Fernando fue el único de los hijos que, más adelante, se negó radicalmente a volver a acusar a su madre de adulterio. Fue acusada en Cortes, permitiéndole que fuese liberada en lid, pero nadie quiso luchar por ella. Solo el hijastro se ofreció a hacerlo, incluso contra dos campeones. La Historia Silense explica lo fácil que le hubiese resultado a Fernando conquistar toda la tierra de moros cuando iba a proclamarse rey de León y entrar en la Gran Historia con el nombre de «Magno».
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