Opinión
Venezuela al borde el milagro
Venezuela estaba perdida. Irremisiblemente, habría que pensar. Tres millones se han marchado y otros tantos se calcula que se irían este año, a la desesperada, con una maleta o una mochila, con niños en brazos, dejándolo todo detrás, marchándose sin tener a donde ir. Sólo por la certeza de que quedarse era todavía peor.
De repente, la heroica audacia de un ingeniero convertido en político, de 35 años, dispuesto a arrostrar la muerte, porque eso es a lo que se enfrenta -y quiera Dios que cuando esto se publique siga vivo-, aglutina la desesperación generalizada y le da un vuelco a la situación, proclamando lo que es obvio hasta para Pablo Iglesias ya que no para Zapatero: el gobierno y el sistema de Maduro es un cúmulo de ilegalidades, de fraudes, de robos, de delitos, un auténtico crimen de lesa humanidad. Con la Constitución en la mano, a él, como presidente de la Asamblea Nacional elegida en condiciones infrademocráticas extraordinariamente adversas, le corresponde asumir interinamente la presidencia de la nación, mientras permanezca vacante por carencia de un titular legítimo y legal.
Los chavistas están dispuestos a resistir, al precio que sea. Al precio para sus conciudadanos. No tienen a donde ir. Militares y agentes cubanos controlan las fuerzas armadas, el espionaje, los servicios de seguridad que garantizan la inseguridad de los sospechosos de ser desafectos al régimen. La distribución por vía política de raciones de sopa boba con los parvos medios de mantenimiento que subsisten crea una exigua base de lealtades militantes, de dependientes de la supervivencia del régimen. La prioridad es, por supuesto, los servicios policiales y de seguridad, nutridos del hampa y con frecuencia enfrentados a muerte entre sí, y sobre todo el ejército, prioridad de los colaboradores cubanos. Teóricamente está tan machacado como sus infortunados compatriotas, aunque tengan sueldos privilegiados, equivalentes a miles de millones de bolívares. Un general gana nada menos que $49 al mes, un coronel 35, un capitán 30, un teniente 25, y un soldado 8. Pero son cifras engañosas. El régimen les ha ofrecido todas las oportunidades del mundo de implicarse en la corrupción. Es posible que hasta los soldados pueden llevarse a su casa un chusco con algo dentro. Guaidó, el patriota sin miedo, ha tenido la habilidad de ofrecerles amnistía a todos los que la hayan menester, pero de momento lo que sabemos, descorazonadoramente, es que no ha habido ninguna reacción de los militares ante los trascendentales acontecimientos en curso.
Me pregunto si sé habrá formado una numerosa guardia democrática de corps en torno a Guaidó. Es indispensable. Para el régimen, en este momento, es una prioridad cortar esa cabeza. Y no es nada difícil para los ampones que controlan el país. Aunque todos los testimonios recogidos por los corresponsales de prensa recogen declaraciones de los manifestantes diciendo que están dispuestos a todo, y el todo que les queda es dejarse matar, lo cierto en que su capacidad de resistencia es muy limitada, incluso física. Es una población debilitada por la hambruna y la falta de medicamentos. En estas circunstancias todo depende de Trump, que ha dado un paso de gigante. Las intervenciones no son lo que eran, ni mucho menos, pero Trump, tampoco lo es, ni mucho menos. Se pueden hacer muchas cosas sin disparar un tiro o poner un soldado sobre el terreno.
Los países democráticos no han reconoció el golpe madurista. Lo primero es convertir ese rechazo en un clamor activo. A España le correspondería sacudir la inercia de la Unión Europea. ¿Qué evasivas habrá dado a esta hora nuestro gallardo Sánchez? ¿Lo va a arreglar todo con el sumun de la hipocresía, el diálogo?
Manuel Coma, GEES, Prof (jub) de Mundo Actual, UNED
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