Opinión
Nueva etapa
Se abre una nueva etapa política en España. En principio, eso habría que celebrarlo. Se cierra un tiempo tumultuoso e inestable, manejado por gobiernos provisionales, débiles, incapaces de hacerse cargo de la situación. Hemos asistido a un relevo acelerado de la clase dirigente y al surgimiento de nuevas fuerzas que han destrozado el modelo bipartidista, que había proporcionado más de treinta años de fecunda estabilidad. En estos últimos años, el grupo catalanista, que había contribuido a esa estabilidad, se ha tirado al monte de la independencia y se ha convertido en la principal amenaza al sistema democrático establecido. La solidez de la derecha se ha resquebrajado y el PSOE, en manos de Pedro Sánchez, ha dejado de ser reconocible incluso para sus dirigentes históricos. Las urnas se presentan, pues, como el agua bautismal capaz de lavar las culpas y devolver a la política la inocencia perdida.
En estas circunstancias, dar la palabra al pueblo era una necesidad, aunque no es seguro que nos saque del atolladero. Haría falta que, una vez conocida la voluntad popular, los dirigentes de los partidos dejaran de lado la agitación y el despropósito permanente, los insultos y las descalificaciones, e iniciaran una etapa nueva, basada en el entendimiento y el compromiso, pensando en el bien común. Sería un milagro, y los milagros no están, me parece, al alcance de Casado, Sánchez y Rivera. Menos aún de Pablo Iglesias o de Abascal. Si acaso, podría intentarlo Oriol Junqueras por su cercanía a la divinidad, pero bastante tiene el pobre con pedir un milagro para él en el Tribunal Supremo. Además dar un descanso al pensamiento dialéctico es imposible en campaña electoral. Todos ellos saben, como escribió Francis Bacon, que «ninguna moderación satisface al vulgo». Así que hay que resignarse a que la crispación y el alboroto sigan hasta que se conozcan los resultados. Después, ya veremos.
En la nueva etapa, se abren tres posibilidades: un Gobierno sólido de centro-derecha «a la andaluza», que tiene el inconveniente aparente de VOX; un nuevo intento del «sanchismo» de reproducir el experimento frustrado con Podemos y los separatistas, que tiene todos los inconvenientes conocidos; y un Gobierno de centro-izquierda, con el PSOE y Ciudadanos, y otros pequeños apoyos, que tiene el inconveniente de Pedro Sánchez. Sólo si este hombre, después de su estruendoso fracaso, se hiciera a un lado, el escenario político se iluminaría. Eso sí que sería un milagro. Pero lo que va a hacer Sánchez es presentarse disfrazado de moderación, equidistante de la derecha montaraz y de los separatistas catalanes, ahora que llega el carnaval.
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