Opinión

Teo en Falcon

Los niños del futuro se acercarán a las aventuras de Pedro I el Resistente con la inevitable confusión que sobreviene cuando triunfa la pura excentricidad. A diferencia de otros moradores del palacio, que enloquecieron entre ujieres después de meses de escucharse así mismos, apenas necesitó ser desalojado de la ejecutiva del PSOE para creerse favorito de los dioses. También tendremos que explicar que su peripecia de ocho meses fue en parte posible gracias a Mariano Rajoy, que delegó en el bolso de la vicepresidente Soraya mientras enfilaba el reservado y que eligió entregar Moncloa al independentismo antes que arriesgarse el sorpasso de Albert Rivera.

Será menester detallar la aberración de unas negociaciones entre el gobierno del paracaidista y quienes plantearon una ofensiva contra la soberanía nacional. De aquellas divertidísimas ruedas de prensa en las que el dúo Carmen Calvo & Isabel Celaá desafiaba la capacidad de resistencia de los espíritus más templados. Tocará describir las gafas de sheriff, las tiernas cartas de las niñas sobre la mesa presencial y otras ocurrencias del inefable Iván Redondo y de una TVE al fin despolitizada mientras sus informativos grababan a Sánchez en chándal por los jardines de Moncloa. Hablaremos, en suma, de un gobierno en permanente estado de selfie.

Pero todo será poco frente al Manual de resistencia. Auténtico evangelio e indiscutible piedra Rosetta de una forma de estar y hacer política con obvio desinterés por el sentido del ridículo. Desde el minuto uno y el célebre colchón, pasando por la complicidad con el Rey Felipe V y las ganas que tenía la Reina Letizia de conocerlo, todo en ese libro respira un aire surreal. Con premio al gordo para el momento en el que Sánchez, vía Irene Lozano, explica que «A mí personalmente, el haber salvado la vida a 630 personas hace que piense que merece la pena dedicarse a la política». Frase suprema de la que concluimos que otros –¿quiénes?, ¿los partidarios de la derecha trifálica?– no piensan que merezca la pena salvar vidas y, por supuesto, que el todavía presidente tiene mañanas de Clark Kent en el Consejo de Ministros y tardes de Superman sobre las aguas del Estrecho. En un mundo de ángulos mullidos y sentimentalismo en vena la imagen del joven Kennedy a bordo del Air Force One derivó en Teo aerotransportado contra el imperio de Fu Manchú. Luego dirán que no degeneramos.