Opinión
Feminismo e idiocia
El trampantojo nació para engañar la vista y crear ilusiones de jardín o columnata donde no había sino pared. Ahora ha nacido un feminismo que plantea liberación donde hay muro. Qué pena no haber podido participar este año en las manifestaciones del 8M. Porque el manifiesto convocaba sólo a antimilitaristas, izquierdistas, abortistas y herederas de la Segunda República. Como no soy nada de eso, me dieron por retambufa. Ya no soy mujer. Me pregunto qué pensarán las militares.
O las que luchan por la vida de sus hijos. Estoy hasta el gorro del acaparamiento del feminismo por los partidos de izquierdas. Hay que tener cara para quedarse con un pensamiento tan plural, que engloba desde Simone de Beauvoir a católicas como Edith Stein o Clara Campoamor, que por cierto peleó contra la izquierda por el voto. Feminista fue Cristo, revolucionario en su trato con las mujeres, a las que otorgó calidad de testigos y liderazgo en las comunidades. Feminista fue Catalina de Siena, que dictaba órdenes al Papa, o la Reina Isabel, que difundió el aprendizaje del latín entre las mujeres de su corte y gobernaba con poderío.
Feministas somos todas las que nos dolemos de los sueldos desiguales, del techo de cristal, del desprecio cuando queremos tener idéntico trato. Feministas también las que tenemos hijos, nuestra bandera para pelear como leonas fuertes. No señoras, además de feministas –yo no les niego la mayor, como hacen conmigo– son ustedes dogmáticas, sectarias e intolerantes. Han demostrado que el feminismo no está reñido con la idiocia.
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