Opinión
Pucherazo
Se cumple ahora medio siglo de aquellas elecciones en las que participé como candidato a delegado de curso en la facultad de económicas de la que entonces era Universidad Central de Madrid y hoy Complutense. Acababa yo de empezar mi andadura académica como alumno en aquella inmensa aula dos del edificio de la ciudad universitaria que se había inaugurado tan sólo unos años antes. La votación discurría con una monótona languidez cuando, allá al fondo, se abrió la puerta dando paso a un numeroso grupo de estudiantes que avanzaron hasta la urna, la abrieron y depositaron en ella un montón de papeletas, todas de una vez y sin cumplimentar el control de rigor sobre su personalidad, previo a cualquier pretensión de participación en la elección. Nadie protestó: eran del Partido y se daba por supuesto que el Partido no se equivoca nunca. Naturalmente, salió elegido el candidato comunista y yo me quedé con las ganas. Tal vez por eso, desde entonces no perdí la ocasión de discutir en las asambleas las tesis del Partido; eso sí, con los textos de Marx, Engels y Lenin en la mano. Y seguramente por lo mismo, aunque mediatizado por algún informante de la Social más bien ignorante de las sutilidades del marxismo-leninismo, acabé en un regimiento para represaliados cuando me tocó ir a la mili.
Por cierto que fue Marx el que en el frontispicio del «18 Brumario» evocó la idea de Hegel acerca de que la historia se repite dos veces. Pocas me parecen, porque en esto de los pucherazos, al menos en España, acumulamos una experiencia inveterada. Y si no que se lo cuenten a los políticos de la Restauración, los de la República, los del Franquismo y los de nuestra democracia. No digo que a todos, porque los hay honrados, pero sí a unos cuantos que, en cuanto han podido, han metido la mano en la urna, en el bolsillo de los votantes o en los montoncitos de papeletas durante los recuentos. Ahora el pucherazo se sofistica, se hace tecnológico, se informatiza y se camufla en internet. Pero en esencia sigue siendo el mismo: altera la voluntad del cuerpo electoral en bien del Partido, aunque ahora el Partido sea otro partido. Eso sí, resulta más fácil que cuando me tocó presenciarlo a mí porque la vía telemática es susceptible de todo tipo de manipulaciones si el que maneja el tinglado está en el poder. Por eso yo nunca me he fiado de ese voto tan moderno y tan guay. Prefiero papeleta y urna porque lo puede ver todo el mundo, salvo que un Sánchez cualquiera esconda ésta detrás de una cortina.
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