Opinión
Muerte en vida
Es terrible ver sufrir a una persona enferma o moribunda. No debemos permitirlo. El calvario de Ángel Hernández, que ha dado veneno a su mujer, deriva de aquí. ¿Cómo es posible que María José Carrasco, dependiente total por esclerosis múltiple, llevase diez años en lista de espera para una residencia? Cuando ingresó en 2018 en la unidad de cuidados paliativos del Hospital Santa Cristina de Madrid, sólo pudo permanecer 15 días. Con graves dolores, en su casa no tenía los recursos necesarios.
Fallecen 380.000 personas al año en España y, según los expertos, 250.000 precisan cuidados paliativos. Al menos 75.000 mueren mal. No hay una «Ley de Cuidados Paliativos» porque, cuando estaba en camino, se convocaron elecciones. Claro que hay una manera de abaratar el tema, y perdonen que sea tan directa. Aprobar la eutanasia. Elimina camas de hospital y asistencia profesional. Si optamos por esto, el problema es definir entonces qué homicidios son «compasivos» y cuáles no. Kafkiana decisión, en la que los Países Bajos están siempre ampliando «despenalizaciones»: pasaron de enfermos terminales a crónicos, de adultos a menores y de enfermedad física a mental, depresión incluida.
Francamente, María José y su marido son un aldabonazo brutal. Ella llevaba enferma 30 años, él se había jubilado para atenderla. Con mucha probabilidad él no será condenado a prisión porque la ayuda al suicidio tiene atenuantes si hay enfermedad grave y la víctima lo pide. Pero es indispensable que no dejemos a los enfermos morir ahogados o penar hasta el final inevitable.
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