Opinión
«LGTBI» en España, «mariquitas» en Cuba
Resulta difícil colegir si resulta más llamativa la contradicción entre el rasero aplicado por gran parte de nuestra izquierda aquí en España ante determinadas reivindicaciones de colectivos sociales y su correspondencia con las mismas en algunos regímenes extranjeros, o la capacidad de esta izquierda para arrogarse a pesar de todo, con todo convencimiento y sin el menor rubor el marchamo de defensora de esos colectivos. Vivimos unos tiempos en los que algunos silencios que debieran ser atronadores quedan justificados por el silencio general, tal vez porque algunas superioridades morales se dan por hechas a fuerza de ser repetidas.
Este pasado fin de semana contemplábamos en la Habana de los Castro una nueva «conga contra la homofobia y la transfobia» convertida en acontecimiento inédito, no por su celebración dado que esta se lleva a cabo durante los últimos años bien tutelada por el régimen, sino por lo que ha supuesto de aldabonazo en pos de los derechos y libertades reales, por parte de un colectivo «LGTBI» que probablemente ha abierto primera brecha en décadas plantando cara en la calle a la policía del régimen tras la prohibición de la marcha por «nuevas tensiones en el contexto internacional que podían afectar a la revolución». Los gays cubanos culminaron su marcha a pesar de las detenciones con el «si se puede», un grito familiar sobre todo en parte de la izquierda española que ha tenido sin embargo una indicativa cera en los oídos a la hora de salir en esta ocasión... ¿cómo cabía esperar? en defensa de esos mismos colectivos cuya bandera se enarbola en nuestro país dentro del férreo puño de una determinada ideología. Como suele ocurrir con otras violaciones de derechos humanos fuera de nuestras fronteras y en según qué regímenes, se actúa directamente a la carta. En España son los «retrógrados conservadores» los señalados como enemigos de los «LGTBI», incluso se veta la invitación a formaciones como el PP –pretendiendo ignorar que ser de derechas no es incompatible con ser homosexual– al desfile del día del orgullo que sitúa a Madrid por unos días en el centro del mundo libre, pero cuando se golpea a estos grupos por su mera inclinación sexual en países como Irán, Corea del Norte o la propia Cuba como en este caso, los Iglesias, Garzón, Echenique, Errejon, Maestre o Montero entre un amplio elenco, no parecen encontrar carroza de ese desfile a la que subirse. Silencio en sus declaraciones en las redes sociales. Tal vez por aquello de que una cosa es predicar y otra muy distinta morder algunas manos que te dan de comer. Resulta casi una macabra broma el hecho de que la parte del colectivo gay pastoreada por el régimen castrista dependa directamente del Ministerio de Sanidad. No es casual, ya lo apuntaba el «padrecito» Stalin, «la homosexualidad es una degeneración de la sociedad capitalista», por eso de «curarla» ya se encargaban algunos sanatorios de la antigua URSS. La «omerta» de nuestra izquierda vuelve a evidenciar esa máxima que supedita derechos al color de la bandera ideológica. Por encima de todo, la revolución.
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