Opinión
Eran golpistas y no molinos de viento
Existe un órgano judicial de esos que llaman importante que acaba de dejar con dos palmos de ese agua que no desemboca a los que torcían la nariz cuando se llamaba golpistas a los líderes del «procés». Pues resulta que para la Fiscalía hubo rebelión y que el gran hacedor de las causas perdidas de este mundo, traidor antes y después del golpe, con éste y con el anterior Gobierno, fue Oriol Junqueras, santo, santo, santo es el señor que se sentó ante el Supremo cuando cree que no hay nada por encima de sus ideas aunque estén equivocadas, lo que parece de personajes íntegros aunque resulta una imbecilidad. Aún así no eran tontos, remata la Abogacía del Estado, sabían que demostrar una violencia explícita les llevaría al infierno de todos los procesos judiciales. Un padre o una madre pega un bofetón a un hijo y le retiran la custodia, y estos salvapatrias querían seguir mandando sobre el futuro de millones de personas aunque a la mitad les hubieran dado una patada en el culo, y la otra se dejó engañar con la promesa de miles de regalos. Luego se destapó que aquí también los Reyes son los padres y la saca estaba vacía como el remordimiento de un psicópata.
«Un grupo criminal había hecho de la administración catalana su cortijo». Y después de frases como esta que adornan el collar de perlas del informe, un diamante en bruto, aún querrán ir a negociar los Presupuestos a la cárcel. Todavía esperarán la abstención en la investidura, poner la otra mejilla laica del Estado para que se la partan. Sustituir un sistema jurídico por otro con métodos ilegales. Eso hicieron. Como el partido nazi. Lo dice la Fiscalía basándose en el jurista Hans Kelsen a quien llamaban «perro judío». A Cayetana Álvarez de Toledo le gritaron «fuera fascistas de la universidad» y a Arrimadas «andaluza vete a tu casa» que es un curioso piropo supremacista si el «tu» fuera un «mi». Ni eso. Hubo noche de los cristales rotos en la que quedaron para arrastrar hasta las bragas de Rosalía por ser catalana y flamenca cobijada en Camarón que es el ser entre dos aguas que no aguanta el independentismo.
Una panda mafiosa, según el dictado de los expertos, puso en jaque a un país, condicionó y condiciona el futuro de los que aquí nacen, aunque cada vez sean menos, y juegan a la política ficción con las cartas marcadas del talego. El idealismo quijotesco, cuando hasta Cervantes era catalán, era el libro de rebeldía de unos iluminados a los que hemos visto en tiempo real cómo aguardaban la pausa para hacer pis. Y así quedó España, una Tierra a la puerta de un retrete.
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