Opinión

Nayib Bukele, el publicista reciclado en presidente de El Salvador que rompe esquemas

Arrasó en las elecciones con un discurso antisistema y una imagen carismática. Ahora gobierna a golpe de Twitter, despide a cientos de funcionarios colocados a dedo y se posiciona como aliado de Trump y López Obrador

Goyo G. Maestro

Nayib Bukele, el primer presidente milenial de Latinoamérica, ya es célebre por sus órdenes en Twitter: "Se le ordena al presidente CEL, William Granadino, remover de su cargo a Claudia Sánchez Villalta, hija del ex presidente Sánchez Cerén. No contrate reemplazo, envíe su plaza de 4.000 dólares mensuales a ahorro institucional”. Este tuit define el estilo que ha impuesto el nuevo presidente de El Salvador. Con 37 años, este joven dirigente arrasó en la primera vuelta de las elecciones con el 53% de los votos gracias a su discurso de mano dura contra la corrupción.

Con un provocativo toque de frivolidad, Bukele dice de sí mismo que es el presidente más “cool y guapo” del planeta. En sus mensajes se desmarca del establishment político de este pequeño país de seis millones de habitantes. Exprime su carisma y derrocha optimismo. Su porte, digno de un galán de cine, es solo una anécdota comparado con la dimensión mediática que le ha dado al cargo en apenas cuatro semanas de gestión.

Este ex miembro del izquierdista Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional (FMNL) se ha hecho famoso en apenas unos días por el uso indiscriminado de Twitter. Nada más asumir el cargo el pasado 1 de junio comenzó a lanzar una batería de mensajes en los que ordenaba a sus ministros decenas de despidos de funcionarios supuestamente colocados a dedo durante el anterior Gobierno.

De momento van unos 400 ceses, de los que treinta corresponden a familiares de miembros de la administración saliente. El anuncio del despido es casi una ceremonia para los salvadoreños.

Cuando Bukele escribe “Se le ordena...” la reacción de sus ministros llega a los pocos minutos también en forma de tuit: “De inmediato señor presidente”, suelen responder con diligencia.

Ricardo Avelar, editor de la sección política de “El Diario de Hoy”, alaba el combate “directo” del presidente contra el nepotismo, pero lamenta el método empleado, mediante las redes sociales. Además, no concede apenas entrevistas ni se somete con frecuencia a las preguntas de los periodistas en ruedas de prensa. “Twitter es diabólico, se sacrifica calidad por cantidad. No tenemos del presidente toda la información que quisiéramos. Es como en el Ministerio de la Verdad de Orwell, hay mucha información pero poca claridad”, lamenta el periodista.

Avelar añade que la llegada de Bukele ha supuesto un soplo de aire fresco, sobre todo después de que su antecesor en la cargo Sánchez Cerén desapareciera de los focos. “El Salvador llevaba cinco años en los que parecía que no había presidente. Nunca apareció cuando había una crisis”, explica el editor.

“Oficialmente soy el presidente más cool del mundo”, alardea en su cuenta oficial @nayibbukele. "Se les ordena a todos darle like y así ser el presidente de Twitter", conmina a los suyos en otro mensaje. Bukele, que se ha convertido en el jefe de Estado más joven de Latinoamérica, ha sabido convertir su propio nombre en una marca de éxito en su país apelando a la antipolítica, algo parecido a lo que hicieron Bolsonaro en Brasil y López Obrador en México.

Más allá de su peculiar estilo, calificado por sus opositores de “autoritario”, Bukele representa una gran incógnita para sus compatriotas. ¿Es un presidente de izquierdas o de derechas? ¿Un outsider del sistema político o un nuevo representante de la larga estirpe del populismo latinoamericano? ¿Un redentor y un idealista o un gestor hábil?

Francisco Garay, un estrecho colaborador del presidente desde hace años, responde a LA RAZÓN de esta manera: “Es un político innovador, fuera de lo común. Le gusta romper los paradigmas y demostrar con hechos que las cosas se pueden hacer bien. Lo veo como un líder progresista que se ha enfrentado a las principales fuerzas conservadoras del país”.

El joven mandatario ha marcado distancias con la Venezuela de Maduro y la Nicaragua de Ortega, y ha declarado su admiración con el mandatario de México, Andrés Manuel López Obrador. Al mismo tiempo, se ha mostrado como un aliado del Gobierno de Trump deseoso de atraer dinero extranjero para su país. Bukele sostiene que las inversiones internacionales serán clave para sacar adelante sus planes económicos. Al secretario de Comercio de EE UU le dijo en una reunión que “un salvadoreño con empleo supone cuatro salvadoreños menos en la frontera sur de Estados de Unidos”.

Pase lo que pase durante estos cinco años de mandato, este empresario reciclado en político pasará a la historia como el líder que enterró el bipartidismo en El Salvador. En los últimos 30 años, desde que acabó la guerra civil que dejó 75.000 muertos, el partido conservador Arena (1989-2009) y el progresista FMNL (2009-2019) se han repartido el poder, pero en este tiempo la corrupción, la inseguridad provocada por la guerra entre pandillas (el país tiene una de las mayores tasas de homicidios con 50,3 por cada 100.000 habitantes) y la pobreza -que afecta al 27% de la población- no han dejado de crecer.

Bukele dice que es diferente a los otros. “Vamos a demostrar que estamos capacitados para gobernar con honradez, cosa que es muy rara en América Latina”, ha prometido. Él se forjó como político en las filas del FMNL, un partido político surgido de la guerrilla salvadoreña. Hijo de emigrantes palestinos, su padre, Armando Bukele, ha sido un empresario de motocicletas e impulsor de la construcción de mezquitas en América Latina.

Su hijo siguió los pasos de emprendedor y a los 18 años ya diría su propia empresa. Con treinta años dio el salto a la política y en 2012 se convirtió en alcalde del municipio Nuevo Cuscatlán, de 8.000 habitantes. Tres años después conquistó la alcaldía de la capital, San Salvador, donde uno de sus logros fue la remodelación del centro histórico.

En 2017 fue expulsado del partido por sus continúas críticas a la dirigencia. No le querían como candidato a las presidenciales. “El FMNL ya había dejado de representar la esperanza que mucha gente tuvo en esa formación después de los años de gobiernos neoliberales”, afirma Garay, quien reprocha a esta formación no haber hecho autocrítica. Tras esta salida del partido, su popularidad comenzó a crecer rápidamente.

Decidió fundar el partido Nuevas Ideas, pero la autoridad electoral le impidió concurrir a las elecciones, así que en el último momento su sumó al partido conservador Gran Alianza por la Unidad Nacional (GANA), salpicado por varios escándalos de corrupción. Curiosamente, la denuncia del latrocinio que ha esquilmado a su país ha sido el principal combustible que le ha dado la presidencia. Por eso no son pocos quienes resaltan la falta de consistencia del mandatario, que durante la campaña no debatió con sus rivales ni ofreció explicaciones sobre la financiación de su campaña.

En temas sociales ha manifestado su oposición al aborto y al matrimonio igualitario. “No estoy a favor del aborto, pero estoy en contra de criminalizar a las mujeres”, asegura. En 2012 se veía a sí mismo como una persona de izquierdas porque “el Estado debe velar por todos”. En contra de los dos partidos dominantes, Bukele se ha opuesto a una ley de justicia transicional impulsada por Arena que lleva aparejada una amnistía general a los responsables de crímenes durante la brutal guerra civil.

Hace dos semanas ha explicado su plan para atacar la inseguridad ciudadana, haciendo hincapié en medidas para descabezar las comunicaciones telefónicas de los criminales que viven dentro de las cárceles, de donde sale el 80% de las órdenes de homicidios y extorsiones. También rechazó la posibilidad de negociar con las maras. No quiere atacarlos sino acabar con ellos dándoles empleo para que abandonen la violencia, pero de nuevo se le critica la falta de propuestas concretas y soluciones viables.

Otro de los frentes que tiene abiertos es la migración forzosa de miles de compatriotas que cruzan México en caravanas para instalarse en Estados Unidos. Esta semana se le ha acusado de indiferencia por reaccionar con varias horas de retraso tras la muerte por ahogamiento de un hombre y su hija de casi dos años en el río Bravo. La foto del padre y la bebé ha dado la vuelta al mundo.

Garay asegura que Bukele quiere atajar de problema de raíz. “Pretende mejorar las condiciones de vivienda, de salud y educación de la gente, impulsar la agricultura y crear más puestos de trabajo. Hacer de El Salvador un país más competitivo para que los jóvenes no se marchen al extranjero”, sostiene este colaborar del presidente. Hace unos días, Bukele y López Obrador, su homólogo mexicano, firmaron un plan para frenar la migración procedente de El Salvador que incluye una partida de 30 millones para el país centroamericano para reactivar la agricultura y generar 20.000 empleos.

Según la consultora mexicana Mitofsky, a mediados de junio disfrutaba de una popularidad muy alta, del 71%, la más alta para un presidente en la región. Sólo el tiempo dirá si Bukele mejora las condiciones de vida de sus compatriotas o si se convierte en otra esperanza rota para un pueblo cansado de esperar y harto de dirigentes corruptos. Si su estilo basado en la política espectáculo y en los anuncios vía Twitter debilita las instituciones salvadoreñas o aporta algo de eficacia a la gestión de Gobierno.