Opinión

Sánchez, Iglesias y el cruel juego de tronos

O César o nada, gritaba Pablo Iglesias en los días que llamaba puretas a los de IU, que no le dieron bola. También despreciaba a Pedro Sánchez. Al menos hasta que las urnas negaron el sorpasso y se conformó con la vicepresidencia, RTVE, etc. Tres años más tarde el PSOE estrangula a Podemos por el procedimiento de describir a sus dirigentes como unos maquiavelos, ambiciosos, que mendigan. Nosotros les ofrecemos un programa y ellos erre que erre con los cargos. Querían asaltar los cielos y ya sólo aspiran que se les cuadren los picoletos. A medio plazo, encima, aguarda la sentencia del Tribunal Supremo. Como explicaban José García Domínguez y Cristina Losada en unos de los magníficos podcasts de El Búho, resulta suicida aparcar en el Consejo de Ministros a unos fulanos conjuradas para reventar las costuras del 78.

Gente exótica, que sale a la calle para acojonar a los jueces, contraria a la presunción de inocencia, empeñada fomentar el avance del euskera en Navarra y sin problema para blanquear a Bildu. Unas nuevas elecciones quizá tampoco valgan la mayoría absoluta, pero acercarían a Podemos al pozo de irrelevancia ahora que sabemos que mató a IU para ser IU. Sánchez, por otro lado, carece por completo de convicciones. Lo suyo es sonreír como un maniquí y hacernos creer que su triunfo está relacionado con la baraka cuando tiene que con ver con una natural inclinación al ajedrez mental, una viscosidad moral cum laude, una crueldad digna de los más grandes estadistas y unos reflejos felinos para explotar las debilidades del rival y repintar las paredes con sangre.

Del diálogo entre un tipo de convicciones tan rocosas como un predicador zumbado en una novela de Cormac McCarthy y otro desprovisto de cualquier compás moral solo podemos esperar un verano tragicómico. Qué Sánchez se ríe de formaciones como Ciudadanos y el Partido Popular lo demuestra el hecho de que exija su claudicación sin proponerles a cambio una triste medida, una entente, un pacto, un cromo. Nichts, nothing, rien de rien, niente. Os abstenéis porque lo valgo y porque estoy mu' alterado, primo, y si no me aplaudes le pongo un piso a Torra. Que juega con Podemos como el gato satisfecho y le hará pagar gota a gota, espina a espina, todas y una cada una de las vaciladas sufridas puede dar fe otra humillada profesional, Susana Díaz, acostumbrada a las costumbres, atenciones y cariños del secretario General, que nada olvida, y menos que nada una ofensa, y que tanto nos quiere y al que tanto debemos.

Al final todo dependerá de lo que auguren los gurús de las encuestas. Entre Iván Redondo y Sánchez decidirán si les conviene más repetir el gobierno Frankenstein, con los lazis subidos a las farolas y el PNV y Bildu a tope con sus cruzadas identitarias. O si toca llamar a las urnas y prolongar la agonía de un país al que le empieza a costar demasiado caro el fin del bipartidismo.

Íbamos camino de ser Italia sin italianos, por usar la inquietante descripción de Felipe González, y quién sabe si en realidad no acabaremos como los belgas. De momento y a falta de mejores conclusiones la táctica sanchista consiste acusar a los conservadores y liberales de hooligans, cuando en tirarlos al desagüe por fascistas, intercambiar diputaciones y ayuntamientos con las fuerzas del golpe de Estado y sondear las aguas para averiguar si Iglesias todavía puede nadar o ha llegado el día de mandarlo al infierno.