Opinión

Gatuperio

No encuentro un término mejor que el de gatuperio para definir lo que se trama estos días en el Congreso de los Diputados, donde Pedro Sánchez pretende ser investido presidente del Gobierno con los votos de Podemos y el apoyo de los separatistas catalanes y vascos. A cambio los de Pablo Iglesias –excluido éste por antidemócrata, según el aspirante socialista, y que es el que se ha llevado el gato al agua– entrarán a formar parte del Gobierno, y los soberanistas, conducidos por los presos, no se irán de vacío. La primera acepción de gatuperio, que viene de gato y rima con vituperio e improperio, es según el diccionario de la Real Academia la siguiente: «Mezcla de diversas sustancias incoherentes de que resulta un todo desabrido o dañoso». No me digan que no describe con precisión lo que se prepara. La mezcla no puede ser más incoherente y explosiva. Entre otras cosas, unos tratan de defender la Constitución y otros de romperla en pedazos. Unos defienden la Monarquía y otros pretenden derribarla. Unos hablan de políticos presos y otros de presos políticos. Unos son europeístas y otros no tanto. Etcétera. El todo, o sea, el Gobierno que saldría, entre la desconfianza mutua, parece desabrido y, sobre todo, dañoso para España.

La segunda acepción de gatuperio, según la RAE, es más coloquial y no le va a la zaga. Se utiliza como «embrollo, enjuague, intriga». De todo eso ha habido en estos largos meses de regateo, transcurridos en blanco, o en negro, desde las elecciones. Del embrollo no hemos salido, como se comprueba escuchando lo que están diciendo los políticos de todos los colores en el palacio de las Cortes. El embrollo es monumental. Nadie sabe cómo vamos a salir de ésta. Sólo un Gobierno de gran coalición con un candidato digno, respetado y aceptado nos sacaría del cenagal; pero a la clase política que tenemos no se le pueden pedir milagros, y el Rey observa, deja hacer y calla. Cada uno piensa en su corralito. Los enjuagues están a la orden del día. Los medios de comunicación casi no hacemos otra cosa que dar cuenta de ellos y agitarlos en la coctelera de las tertulias hasta la náusea. Los cuentos y las intrigas se han apoderado de la política nacional y del periodismo. Nos quedamos con la espuma de la política, que decía Unamuno. La gente de la calle observa estos días con más desdén que cabreo lo que pasa en el Congreso de los Diputados. No faltará el que mueva la cabeza y comente para sus adentros: ¡Vaya gatuperio!