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El canto del cuco
La infame defensa de sí mismo que ha hecho Pedro Sánchez, tras el retiro de fin de semana en los Quintos de la Mora, con desquiciados ataques a la oposición, agrava aún más las cosas.
El final del sanchismo está teniendo fuera tan mala prensa, o peor, que el final del franquismo. Volvemos a sentir en la cara si nos asomamos al exterior una mezcla de desprecio y compasión. Con Pedro Sánchez España ha perdido el prestigio internacional tan laboriosamente alcanzado por los Gobiernos de la democracia. Basta observar estos días las portadas de los medios de comunicación más prestigiosos, con «The Times» a la cabeza. Dentro, el tsunami de la crítica es incontenible y arrasador por más que el Ministerio de Exteriores, en manos de un servicial sanchista, se esfuerce en censurar el boletín de prensa destinado a las Embajadas. Como en el final de la dictadura, no faltan medios favorables al régimen o comprometidos con los socios del mismo, aunque cada día se les ve más avergonzados y titubeantes.
La ola de corrupción que envuelve al líder del Partido Socialista, a su familia y al Gobierno, los descarados ataques a la independencia judicial, la «compra» de votos para permanecer en el poder y el empeño personal en evitar que haya alternancia política en España son hechos de tal gravedad que hacen sonar todas las alarmas. Nadie puede ya llamarse a engaño. La infame defensa de sí mismo que ha hecho Pedro Sánchez, tras el retiro de fin de semana en los Quintos de la Mora, con desquiciados ataques a la oposición, agrava aún más las cosas. Se ha visto que el contrataque a la desesperada destinado a mantener la clientela –o yo o la extrema derecha– no convence ya ni en sus propias filas. Crece la convicción de que en la «banda del Peugeot» –Ábalos, Koldo y Cerdán–, en manos de la Justicia, falta él. Y nadie duda de que no está cerrada la carpeta de las corrupciones.
Los socios del Gobierno están calculando estos días el coste-beneficio de seguir apoyando a Pedro Sánchez, esperar un poco más a ver qué nuevo escándalo publican mañana los periódicos o cortar ya por lo sano con el régimen corrupto. En general, a la vista de su larga complicidad con el sanchismo en beneficio propio, la duda actual no tiene un componente ético sino práctico: una acomodación utilitaria a las circunstancias políticas. A ellos la democracia y el futuro de España les importa poco. Dentro del conglomerado, los comunistas son los únicos que demuestran en estas circunstancias una cierta vergüenza moral. Recordando a Zola, en «Yo acuso», un día España agradecerá a la prensa y a los jueces que le hayan ayudado a salvar la respetabilidad, la democracia y el honor.
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