Opinión
Nuevos malos datos laborales
Los datos de la EPA del segundo trimestre del año no fueron positivos. Tanto la creación de empleo como la reducción del paro mostraron síntomas de una más que evidente moderación que hacían temer que el dinamismo de nuestro mercado de trabajo se estuviera marchitando. Recordemos que, en términos desestacionalizados, el número de parados aumentó durante el segundo trimestre de 2019: algo inédito desde que, hace más de un lustro, arrancara nuestra recuperación. Este viernes hemos conocido los datos de paro registrado y de afiliación a la Seguridad Social correspondientes al pasado mes de julio, y por desgracia se siguen confirmando las malas tendencias que ya eran discernibles entre abril y junio. Empecemos por las cifras de paro registrado. En julio, el número de desempleados apenas descendió en 4.253 personas, la menor caída desde julio de 2008. Por aquellas fechas, no lo olvidemos, España estaba destruyendo masivamente empleo y la economía mundial se encontraba a las puertas de la quiebra de Lehman Brothers, que desencadenó oficialmente la mayor crisis desde los años 30. En términos desestacionalizados, la marca del paro no es tan negativa –se reduce en 27.141 personas–, pero sigue contrastando sustancialmente con la experimentada en otros años –en julio 2017, el paro desestacionalizado bajó en 83.993 personas, y en 2016, en 74.028–. De hecho, si miramos la evolución interanual, apenas hemos logrado minorar la cuantía de parados en 123.588 personas: la peor cifra desde que comenzó la recuperación –en 2016 y 2017, el número de parados se reducían en más de 300.000 personas interanualmente–. Y si los datos de paro registrado son malos, tanto peores son los de afiliación a la Seguridad Social. En este caso, sólo hemos podido sumar 15.514 nuevos afiliados en el mes de julio: el segundo peor dato desde que arranca la serie histórica en 2001. Durante los buenos años de la recuperación, de hecho, nuestro mercado de trabajo generaba con holgura más de 50.000 afiliados. En términos desestacionalizados, las cifras todavía son más negativas: tan sólo se dan de alta a la Seguridad Social 4.334 personas –cifra que contrasta con las, por ejemplo, 37.000 de 2017–. Asimismo, el dato interanual también muestra signos de fatiga: por primera vez desde 2016, el número de nuevos afiliados no supera la barrera de los 500.000. En definitiva, es incuestionable que el mercado de trabajo se está frenando y que cada vez aparecen más incertidumbres en el horizonte. No es sorprendente dado que, según conocimos este miércoles, nuestro PIB también está sufriendo de una creciente parálisis. En términos anualizados, apenas nos estamos expandiendo a un ritmo del 2%. Si a lo anterior le añadimos iniciativas poco afortunadas como la subida en más de un 20% del salario mínimo interprofesional –cuyas repercusiones finales todavía han de ser evaluadas por el Banco de España–, podemos entender perfectamente por qué estamos dónde estamos: a saber, bregando por reducir una –aún altísim– tasa de paro del 14%. No es el momento de continuar haciendo experimentos con gaseosa dentro de nuestro mercado de trabajo.