Opinión
El Estado «chiringuito»
«A España dentro de veinte años no la va a conocer ni la madre que la parió». La célebre frase de Alfonso Guerra cuando el PSOE llegó al poder allá por el año 82 y en clave de promesa de modernidad para un país sumido en la oscuridad sonó sin embargo como una sirena de alarma para algunos bien anclados estamentos y entre parte de los llamados «poderes fácticos», término muy acuñado por entonces. No fueron veinte sino catorce los años en los que Felipe González gobernó el país desde la Moncloa con el propio Guerra a su vera hasta que la mano larga de un «hermanísimo» dio con sus huesos fuera del Ejecutivo. Varias legislaturas, algunas con mayorías muy absolutas en las que en efecto los socialistas modernizaron el país, lo insertaron como socio destacable en Europa y las principales instituciones internacionales y hasta comenzaron a apuntalar el estado de bienestar. La corrupción y una política económica manirrota pusieron fin a un ciclo que, a pesar de esos catorce años, ni por asomo llegaría a igualar, a efectos de «tics» clientelistas y de utilización de las instituciones y de no pocos organismos del Estado, la voracidad de este otro PSOE llegado al poder, no por la fuerza de una aplastante mayoría absoluta como en el 82, sino por la vía de la moción de censura y hoy en funciones, pero echando mano de esas instituciones estatales como moneda de cambio para evitar la entrada de Podemos en un futuro Consejo de Ministros.
En el colmo de la impudicia, sin reparar en algunos síntomas propios del más rancio peronismo, el PSOE de Sánchez al más puro estilo «okupa» pone en el mercado justo lo que no puede poner y saca de la negociación lo único que puede negociar que no es otra cosa más que sillones en un futuro ejecutivo. En tan solo un año, los veinte vaticinados por Guerra han sido superados con creces a la hora de contemplar el asalto a instituciones estatales más susceptibles de ser dirigidas por profesionales no políticos en una aceleración frenética de ese clientelismo que recuerda y pone sobre aviso a propósito de lo ocurrido durante cuarenta años en la junta de Andalucía. El CIS, RTVE y otros entes estatales son buena prueba de lo que son capaces quienes confunden el manejo del timón del barco nacional desde el gobierno con el troceo, venta y alquiler de los camarotes. Lo más parecido a la equiparación del Estado con un confortable chiringuito desde una atalaya de provisionalidad política sustentada en 123 escaños y la previsión demoscópica de una mejora –veremos cuanta traducida en votos y diputados– tras la casi cantada repetición de elecciones. Convendría ajustar el tiro, la «vieja guardia» del PSOE no es un elenco de «versos sueltos» que en ocasiones acaba flirteando con los postulados de la derecha. Es este PSOE actual del incontestado Sánchez el que se ha convertido en otra cosa.
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