Opinión

Los melones también sufren

Más de media docena de veces he contemplado el video de unas veganas – no sé si señoras o señoritas– que se han manifestado contrarias a la violación de gallinas y favorables a intervenirlas quirúrgicamente para que lleven una vida tranquila. A este ejemplo granado y altamente significativo de por dónde va la sociedad, las dos señoras o señoritas –ignoro si están casadas o no– han sumado otro poco después donde expresan con su peculiar estilo oratorio el insoportable horror que sienten ante esa actividad conocida como pesca. Y es que ya se sabe lo que es la sociedad heteropatriarcal. Lo mismo, en su incomparable oscurantismo, legitima la violación de las gallinas que, desde Santurce a Bilbao, somete a las mujeres para que vayan mostrando las pantorrillas y vendiendo cadáveres de sardinas. Desde luego, espantos como ésos sólo pueden nacer de mentes masculinas. Todo este esfuerzo por evitar el sufrimiento animal es –¿qué alma criminal lo negaría?– encomiable. Encomiable, sí, pero incompleto. Porque los vegetales –sépalo todo el mundo– también sufren. ¿Alguien puede creer que el tomate que está tranquilo en su mata no padece porque venga un chalado, lo corte y lo meta en una lata? ¿No lloran las patatas cuando se las extrae del manto protector y cálido de la Madre Tierra o Pachamama? ¿No sollozan naranjas y limones, achupé, achupé, cuando, en lugar de dejar que se pudran al sol, las arrancan de las ramas, las desnudan de su hermosa piel rugosa y las devoran o –lo que es peor– las convierten en zumo? Se me llenan los ojos de lágrimas pensando en cómo deben de penar berenjenas y lechugas, pimientos y sandías, manzanas y peras ante esa conducta depredadora del heteropatriarcado depredador que incluso personas tan iluminadas como las señoras o señoritas del video no censuran. Ni siquiera los frutos secos se libran de este innegable genocidio. No hay más que pensar en el mecanismo violento y agresivo con que se saca de sus cáscaras a almendras, nueces, avellanas o piñones. Resulta intolerable, inaceptable, inasumible esta cascada de crueldad heteropatriarcal volcada sobre el inocente y pacífico mundo vegetal. Pues que se sepa. ¡¡¡Que no se oculte más!!! Los melones también sufren. No hay más que ver la cara de muchos de ellos cuando se quedan fuera del reparto de subvenciones o de las listas para las próximas elecciones.