Opinión

Y Errejón se hizo «casta»

La eficaz destilería social del PSOE ideal como ninguna para alambicar el rugir de la calle lleva ya tiempo refinando lo que se pretende sea el golpe de gracia a Podemos, o al menos hacer que la formación de Iglesias acabe agachando la cerviz. Pero antes, ya se han enviado las correspondientes avanzadillas para ponderar la debilidad real de las filas moradas alimentando incluso alguna eficiente quinta columna. Lo de la irrupción del «errejonismo» desgajado de la otrora gran nave nodriza podemita ya está marcando los prolegómenos de la precampaña, ante la indisimulada mirada de satisfacción proyectada desde Ferraz y Moncloa y con independencia de su papel real de cara a unos comicios del 10-N que, tal como se comprobó ayer en la asamblea del nuevo partido, se fían como demasiado cercanos. Mes y medio obligaría a no pocas urgencias.

Lo de dividir a los grupos a la izquierda del PSOE, ni es nuevo ni resulta imaginativo, pero eso sí, hasta la fecha ha dado muestras de incontestable eficacia. El viejo PCE de Carrillo ya lo experimentó en carne propia vía cismas, divorcios y «opas» hostiles a pesar de su contrastado curriculum en la lucha clandestina contra el franquismo. Hoy no son pocos los convencidos en los laboratorios socialistas de que, el proyecto encabezado por Errejón puede ser la espita que acabe diluyendo una ya de por sí renqueante ola morada, pero hablamos de una ciencia que es de todo menos exacta y el engendro puede acabar esta vez en arma cargada por el diablo. La división del voto entre los partidos –tal vez pronto «partidas»– a la izquierda del PSOE no tiene por qué beneficiar en un futuro a la formación de Pedro Sánchez. La ley D’Hont acaba brindando piruetas que incluso pueden rentabilizar en última instancia partidos en las antípodas ideológicas.

De Errejón y su proyecto se seguirá hablando para mayor goce de Moncloa ergo, como dicen los castizos «el pajarito está en la jaula» y especialmente indicativo a propósito del sentir entre los votantes de la izquierda era el barómetro que este pasado jueves mostraba la Sexta TV situando a más de la mitad de votantes de UP con posibilidades reales de desviar su voto hacia el nuevo partido, a lo que se añadía una ya considerable mayoría que certificaba el proyecto con espaldarazo definitivo de contarse con la compañera de «empanadillas» Manuela Carmena.

Otra cosa es el perfil real de un aspirante a referente de ese espacio político que no llega precisamente ligero de «mochila» conocida su suspensión universitaria de empleo y sueldo por trabajos inexistentes o –entre otros «cateos»– su ya célebre «en Venezuela se respetan las libertades y la gente hace tres comidas al día», por no hablar de las reiteradas muestras de confusión entre los escrúpulos y el juego político. De momento y con independencia del recorrido real de su sobredimensionado empaque político, ya hay en Errejon un instrumento –tal vez de usar y tirar– y un perfecto candidato a entrar en el pragmático club de la «casta».