Opinión
La madre de todas las sentencias
Ignoro cuál será el contenido final y público de la sentencia por el juicio del «procés», pero su carácter excepcional supondrá capítulo de especial relevancia en los libros de historia contemporánea. Otra cosa será como se enfoque su tratamiento en según qué territorios de la España futura. Sería un buen síntoma que la narración de los hechos y el porqué del fallo del Tribunal Supremo tuvieran un mínimo de uniformidad de relato en los centros docentes. Pero ese capítulo aún esta por llegar. De momento hablamos de la sentencia más importante de nuestra historia democrática, pero sobre la que no debemos llamarnos a engaño. Marcará ciertamente un antes y un después, pero no en la relación entre el Estado y Cataluña. Tampoco será un test de salud democrática en nuestro país frente al resto del mundo, de hecho la instrucción y el juicio oral han sido ya una verdadera y auténtica demostración de solidez y transparencia judicial en un consolidado estado europeo de derecho. Sí será, sin embargo, la mayor demostración palmaria de cómo las instituciones de ese estado funcionan para marcar una línea roja y más clara que nunca frente a gobernantes que se arrogan mesiánicamente los designios de todo un pueblo.
Es histórica en efecto, pero no soluciona el problema político grave y enquistado existente en Cataluña...ni tiene por qué solucionarlo puesto que no es esa función de los tribunales, sino de los políticos. Una cosa es aplicar la ley y otra muy distinta marcar una pauta que, en muchos casos los partidos llevan décadas ignorando. Tampoco estamos hablando de una sentencia contra el pueblo de Cataluña como pretenden hacer ver el secesionismo y una izquierda de los «comunes» que siempre tomo partido en favor de cualquier desafío al Estado y por mucho que se esté preparando el calcinamiento de la calle. Se trata muy al contrario de una resolución que pone en valor los derechos de todos los ciudadanos catalanes sin excepción, no sólo los no independentistas, sino los engañados por las ensoñaciones de una república imposible puesta en evidencia a las pocas horas de la declaración unilateral de independencia. No había nada, no era nada más allá de una ínsula de Barataria para la que llegó a prometerse que hasta se reducirían los casos de cáncer.
Sea condena por rebelión o sea por sedición, resulta clave un elemento sobre la utilización o no de la violencia que va a marcar no pocas actitudes futuras y que está paradójicamente muy ligado a una fuerza de dieciocho mil hombres armados, los mozos de escuadra, que no ha visto representantes en este banquillo, pero que fue puesta a disposición del golpe muchas veces por omisión y algunas otras por acción. Con la culminación del proceso al «procés» y el posterior mantenimiento del orden y la seguridad en Cataluña el estado democrático habrá encarado este octubre de aromas electorales uno de sus grandes pasos del Rubicón. La madre de todas las sentencias.
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