Opinión
El abrazo
El pasado día 12, fiesta Nacional de España, se celebró el tradicional desfile militar con la brillantez que viene siendo habitual. La anécdota, que bien pudo haber sido un grave accidente, la puso el muy profesional cabo 1º de la Brigada Paracaidista Don Luis Fernando Pozo, quien acumula la nada desdeñable cifra de 600 saltos en paracaídas. Si fue elegido para llevar la bandera de España entre los muchos buenos paracaidistas con los que contamos, fue porque se encuentra, sin duda, entre los mejores.
El paracaidismo es una actividad no exenta de riesgo y desgraciadamente los accidentes, algunos de ellos mortales, no son infrecuentes. No puedo dejar de citar a mi compañero, y número uno de la promoción de la Academia General militar, –y también del actual JEMAD, General de Ejército Don Fernando Alejandre– Don Alberto Romera Aibar, quien murió siendo un jovencísimo teniente al poco de graduarse, como consecuencia del fallo en el paracaídas que no llegó a abrirse. Desgraciadamente no ha sido el único.
Es sabido que el cabo 1º Pozo, al intentar poner pie a tierra con la bandera nacional, posiblemente por una inesperada racha de viento, se quedó colgado de una farola con grave riesgo para su vida. La reacción del paracaidista no pudo ser más profesional, con una templanza propia de quien convive habitualmente con el peligro, logró mantener la calma y salir airoso del percance hasta que pudo ser rescatado.
Accidentes como este no son tan extraños, pero el hecho de que lo viera toda España en directo, y ante SSMM los Reyes, sumió al competente de Don Luis Fernando en una mezcla de frustración y orgullo, eso sí, llevado con un alto nivel de profesionalidad. La emoción del Cabo 1º cuando recibió el consuelo del Rey de España fue evidente. Su ejemplo nos conmovió a todos. Luego vinieron los saludos de otras autoridades, y hasta el maternal beso de la ministra de Defensa.
Pero sin duda, lo más entrañable de todo, al menos para quien escribe estas líneas, fue el abrazo del JEMAD Don Fernando Alejandre, quien como un paracaidista más, saludó y abrazó muy afectuosamente al cabo 1º Pozo, ileso físicamente, pero herido en su orgullo profesional.
En mi opinión, ese abrazo entre lo más alto del escalafón militar, un general de cuatro estrellas, y un cabo 1º, resume en una sola imagen lo que debe ser el correcto ejercicio del mando: exigencia en el deber pero respeto, apoyo y comprensión en la adversidad. El soldado debe saber que sus superiores le exigen pero lo amparan. El mando sabe que sus subordinados obedecen y cumplen, pero esperan de sus jefes el correspondiente respaldo, amparo y protección.
Conociendo al general Alejandre, sé que su abrazo fue verdadero y sincero. No buscaba, no podía buscar, una cámara porque el general Alejandre sabe que el mando no se ejerce a través de escenas de televisión. El general Alejandre no buscaba votos, no podía buscarlos, porque esa es una conducta ajena a la vida militar. El abrazo del general Alejandre y del cabo 1º Pozo, a quien, con toda seguridad, pretendía consolar y a la vez felicitar, sintetiza un espíritu militar, en este caso paracaidista, propio de quienes bien conocen el riesgo y la adversidad. El entrañable abrazo del general Alejandre al cabo 1º Pozo constituye todo un ejemplo de liderazgo, que no debe pasar inadvertido para el resto de los cuadros de las Fuerzas Armadas, ni para sus subordinados, de manera que estos puedan y deban esperar de sus jefes no solo la severidad propia de la exigencia y la excelencia, sino la comprensión, apoyo y protección en el infortunio.
Qué buen ejemplo nos han dado el general y el cabo 1º fundidos en un abrazo como ejemplares soldados.
Sin embargo, para que ese abrazo no se quede en mera lamentación y consuelo, derivado de lo que pudo ser un grave accidente, sino la propia de un buen jefe y ejemplar subordinado en el cumplimiento del deber, donde los accidentes queden reducidos a los casos de fuerza mayor y hechos fortuitos, es decir, a lo inevitable, resulta de todo punto necesario que el poder político y el gobierno doten a las Fuerzas Armadas de los medios necesarios para conseguir sus fines con la máxima seguridad posible, pero eso es harina de otro costal.
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