Opinión

Delatores

La delación se encuentra entre las conductas humanas más repugnantes. Repugnante aunque muy útil para el despotismo más maligno. La Inquisición promovía la figura del delator y la recompensaba económicamente, alabándola ante la sociedad y premiándola con la seguridad de la salvación eterna. Por supuesto, sabía que, muchas veces, las delaciones eran falsas, pero se negó encarnizadamente a castigar al calumniador consciente del papel que desempeñaba en la represión. Nazis y comunistas también se valieron de delatores. Es verdad que no podían ofrecerles el paraíso celestial, pero los gratificaron igualmente. Durante la guerra civil española, un conflicto en que se quitó la vida a más personas en la retaguardia que en el frente, los delatores hicieron su agosto denunciando a sacerdotes, republicanos o simples enemigos. Se habría pensado que semejante calaña había desaparecido de España, pero en el último congreso de inspectores de Hacienda se ha promovido que la figura del delator no sólo sea legal sino secreta, protegida y pagada con dinero público, es decir, con el que ellos sacan de los bolsillos de los contribuyentes. Ignoro si el cobro de bonus por parte de los inspectores de Hacienda los ha ayudado a llegar a semejante pretensión o si es que los caldos generosos de la tierra les obnubilaron el juicio. De lo que no cabe la menor duda es de que la medida difícilmente puede ser más inmoral y disparatada. Prepárense los pobres ciudadanos ya esquilmados hasta el hueso por las acciones de una Agencia Tributaria que pierde más del cincuenta y uno por ciento de las causas que llegan hasta los tribunales. ¿Tiene algún vecino envidioso? ¿Algún compañero de trabajo ansía desplazarlo? ¿La cuñada lo aborrece? ¿El del bar se pone malo cuando lo oye hablar de política? ¿Anda alguien resentido porque le quitó la novia? Pues, sinceramente, vaya pensándose irse a vivir a otro país porque, en cualquier momento, un delator que desea cobrar unos eurillos de Hacienda lo denunciará. No necesitará identificarse ni justificar la delación. Bastará con que diga que «de dónde saca pa´ tanto como destaca», que se ha comprado un auto a saber con qué dinero o que se ha tomado unas vacaciones inexplicables. A partir de ahí, comenzará la inspección y puede suceder cualquier cosa. Como a ese pobre niño discapacitado que, tras ganar cuarenta euros en un concurso, tiene que pagar más de mil trescientos a Hacienda.