Opinión

Primero incendiar, luego cobrar

A tres escasos días para el cierre de la campaña electoral resulta reveladora la llamada de «Tsunami democratic» –cuyos cerebros no se encuentran en lejanas montañas– para montar una auténtica «zapatiesta» política disfrazada de castellers, chocolatadas y bandas de música, sin descartarse una «traca» final en forma de alteraciones del orden en la calle el sábado-9, jornada de reflexión, mientras se especifica y se deja meridianamente claro que esas movilizaciones no deben llevarse a cabo el día siguiente «10-N» porque «no hay miedo a votar». Nada es casual por parte de quienes subliman la importancia de las urnas mientras que no dudan en cuestionar el legítimo derecho de todos los ciudadanos catalanes a la reflexión de las horas previas sin mensajes políticos ni distorsiones y no es casual, sencillamente porque, visto quienes manejan desde el sectarismo separatista el timón de las instituciones catalanas, el interés por montar un auténtico circo o algo peor en la calle el próximo sábado-9 es proporcional a la salvaguarda de una presencia del independentismo en el parlamento nacional, que volverá a tener reflejo en un nada despreciable número de diputados. Primero montarla en la calle, después acudir a la carrera de San Jerónimo para cobrar y a ser posible para influir en el gobierno de todos los españoles, aparte de mantener el espectáculo barato en que se ha convertido el Congreso en los últimos años gracias a quienes volverán a disfrutar de su acta la próxima legislatura a mayor gloria de la nunca jamás reformada ley electoral. Ergo, el sábado a montarla pero el domingo ni se toca.

Tal vez por ello, aunque no estén tan justificados los temores por una subversión de la jornada electoral en Cataluña el domingo, no debiera caer en saco roto un especial celo de los poderes públicos a la hora de salvaguardar los derechos de todos en la jornada de reflexión contraviniendo la Ley Orgánica de Régimen Electoral (LOREG) mediante la posible comisión de «delitos electorales» y con independencia de que la figura de un día exento de públicos mensajes políticos esté desfasada en un mundo de la globalización y las redes sociales que ya no concibe lo de mandar 24 horas al elector al «rincón de pensar». El independentismo no va a cesar su danza de guerrilla en los aledaños de las líneas rojas que marcan la frontera entre lo legal y lo ilegal, ni antes ni después del «10-N», y el comunicado de su «brazo ejecutor» de turno que hoy encarna la mal llamada plataforma «tsunami democratic» certifica esto de forma palmaria. Tomar las calles de Barcelona, las universidades, los colegios y los aeropuertos o estaciones para amedrentar a pequeños comerciantes, viandantes, estudiantes y usuarios de transporte en general, pero ni en sueños renunciar a los escaños en el Congreso de los Diputados. La «pela» es la «pela» ¿y lo bien que se come y se bebe en la calle Huertas y aledaños del Congreso…?