Opinión

El belén Ikea de Colau

Un escaparate con cajas llenas de objetos navideños, entre ellos una representación del niño Jesús, ese el belén surrealista que Colau ha preparado para esta Navidad. El «belén trastero» le empiezan a llamar. La alcaldesa que mea de pie regresa a la plástica conceptual como si hubiera descubierto de nuevo a Duchamp, que ideó un urinario para descargar en un museo y no en la calle, que no es muy de la Cumbre del Clima y el reciclaje. El orín en la calle produce monstruos. El montaje «avant la lettre» cuesta 97.000 euros que cobra la artista Pamela Bosch Bartrina de la que no tengo el gusto. Colau es tan iconoclasta que no solo dejó que los altos cargos colocaran a sus parejas sino que también abrió hueco a su propio marido en Barcelona en Comù, algo habitual en las filas podemitas, sacó a la calle una estatua de Franco para que la masa la torturara y retiró a los borbones. Todo en la escala de posmodernidad que este tiempo casposo permite.Vive en una continua «perfomance» de la que la regidora acaba siendo protagonista, tanto que igual algún año la encontramos dentro del portal haciendo de matrona y dando las gracias a San José por no sobrepasarse. La Navidad, en esos cerebros, debe ser de derechas, antifeminista y contraria a la ecología. La que quiere la izquierda «couché» es un bazar de Ikea que sirva para el año que viene, unas reinas magas y unos pastorcillos que en realidad son unos «sin techo» o unos CDR camuflados. Se trata, en realidad, de una campaña de reeducación para que los pequeños vayan aprendiendo a quiénes dejan sus zapatos en las ventanas, el nuevo régimen que regala caramelos envenenados. El adoctrinamiento por otros medios. Se puede huir de lo tradicional sin caer en el ridículo, pero es en el absurdo donde se explica el arte degenerado.