Opinión
Los presos, a casa por Navidad
Empezó siendo una de las tantas coñas que uno no se traga a la primera. Pero resulta, ya lo hemos aprendido, que hasta los susurros más surrealistas acaban convirtiéndose en realidad. Antes pensábamos en clave previsible y ahora gana la opción sorpresa, el espectáculo y el conejo en la chistera. «Operación Almendro» llaman en ciertas cárceles a lo que se avecina y es que los presos del «procés» tomarán el turrón o el roscón de Reyes en su casa. Vuelve a casa, vuelve, que os espera el belén trastero de Colau donde pueden colocarse los reos como «caganers» para cerrar el discurso conceptual de la instalación mojigata. El próximo día 14 tocará calificar el grado penitenciario. Es sabido que esta decisión depende de la Generalitat. Un robagallinas, por mucho que tenga ocho apellidos catalanes, se quedaría en Lledoners. A Junqueras y a los demás les aguardaría la semilibertad. Un Govern aliado con Torra al frente es el que guarda las llaves de las mazmorras donde cada día reciben veinte azotes como puede comprobar todo aquel que va a visitarles. Torra solo tiene que abrir una cerradura, como el que enciende una velita al Niño Jesús, amparado por su ley. Y en eso quedarían los cientos de folios de la sentencia más relevante de nuestra democracia, una suerte de papel mojado por el cambio climático. Será una lluvia de estrellas que nos indicará el camino del Nacimiento de la era del diálogo en paz y libertad que librará a Cataluña del yugo del Estado, convertido en estas fechas en el Grinch. «Después de todo, todo ha sido nada». En plena negociación por la vía siniestra de la investidura, nada mejor que ver a los delincuentes sediciosos disfrutar del bello momento de los villancicos y el arbolito junto a la familia, como humanos que tienen un corazón de anuncio de la lotería, dispuestos a compartir la pedrea. Si Sánchez blanquea a ERC, que ya se permite no visitar en Zarzuela al Rey, está a la vez limpiando la mácula de los compinches del eterno partido posibilista a los que el Tribunal Supremo mandó a prisión. No habrá indulto como tal, ese trabajo no podrá achacarse a la responsabilidad directa del Gobierno. Sánchez no incumpliría su palabra, pero se vale de las artimañas de las palabras de otros en su propio beneficio para hacerlo. Todos contentos. Menos la mayoría de los españoles que se sentirán de nuevo engañados en aras del «bien común» y del pesebre que traería un Gobierno con los socios que negocia. Almás cándidas que desean el progreso de España para luego renegar de ella.
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