Opinión
Sánchez da la espantá
Desde
tiempos de Zapatero es costumbre que los presidentes hagan balance
ante los medios de comunicación a fin de año. No es propaganda,
sino necesaria rendición de cuentas ante la opinión. Que Pedro
Sánchez se niegue no es sorprendente -lleva meses ninguneando a la
prensa- pero sí es malo. Porque demuestra arrogancia, modos
autoritarios de Gobierno y, sobre todo, da indicios de que no sabe
qué decir en este escandaloso momento. ¿Cómo justificar que está
presionando a la abogacía del Estado para que pida un trato de favor
hacia Oriol Junqueras? No vamos aquí a hacernos los inocentes, todos
los Gobiernos ceden a la tentación de merodear alrededor de los
poderes judiciales, pero en este caso es tan obvio que Esquerra se
ufana públicamente de ello.
Se
presiente entre los españoles una extraña indiferencia. Ya han
comprobado que el del Falcon y las gafas de aviador va a lo suyo, que
no es posible frenarlo en sus ansias narcisistas de poder y que, por
supuesto, prefiere pactar con lo peor que dejar escapar la alfombra
del poder. España no tiene su fuerte en la política, la Transición
fue una gloriosa excepción. Nuestro bagaje son mares preciosos,
mucho sol, una industria turística floreciente y un carácter que
nos constituye en la envidia mundial. Nuestros seguros de vida son la
solidez de las familias y el apoyo caritativo de la Iglesia. Los
conciudadanos han decidido confiar en estas bazas de oro y en que
seremos capaces de arrostrar incluso el temporal Sánchez.
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