Opinión

Cierto olor a podrido

El chusco episodio de nuestra embajada en Bolivia nos alerta este nuevo año de los matices profundos de lo que se nos viene encima. Un Gobierno con Pablo Iglesias entraña muchas consecuencias más allá de las económicas, que al menos serán contenidas por la Unión Europea. En el ADN de los podemitas está el colectivismo estatalista. Ellos no creen en el esfuerzo personal, sino en el reparto. Bien está la justicia social, pero hemos de empezar a considerar el nacimiento de inútiles empresas nacionales –siempre a merced de intereses de partido–, medios de comunicación al estilo de la actual RTVE de Rosa María Mateo o la tonta radio municipal de Madrid, que montó Carmena al servicio de la propaganda.

Prepárense para publicidad subliminal a tope, espectáculos ideologizados y la progresiva infiltración de sistemas asamblearios en instituciones públicas y empresas dependientes del presupuesto público. Y también para subvenciones a los amiguetes del gremio perroflauta, algunas con licitación, otras, las más, sin concurso.

Nuestras relaciones internacionales van a cambiar. Rusia, China o Irán serán antepuestos a los Estados Unidos y, en lo que se refiere a Latinoamérica –ya no se llamará Hispanoamérica, por Dios– los trapos amenazarán con salir del cesto de la ropa sucia. El episodio de la embajada española en Bolivia, el pasado fin de semana, es la muestra. Unidas Podemos no nació como una secta espontánea, fue hija de una corriente ideológica bolivariana que explica los viajes numerosos de los podemitas a Venezuela y el dinero que llegó para implantar su fundación. La tele, lo comenta el propio Iglesias, llevó capital iraní. De estos tejemanejes hay pruebas, cuidadosamente ocultas. En Bolivia, por ejemplo, los ex ministros de Evo Morales, Juan Ramón Quintana y Héctor Arce tienen detalles jugosos. El uno llevó Presidencia, el otro, Justicia. No es de extrañar que la visita de la encargada de negocios de la embajada española a la sede diplomática mexicana, donde hay cinco ex ministros refugiados y un ex fiscal general, fuese interpretada por el nuevo Gobierno boliviano como un intento de sacar información relevante o, incluso, de ayudar a huir a unas personas reclamadas por los tribunales de La Paz.

Qué vergüenza ver a España rebajada a estos niveles, empantanada en la trama que alimentan Maduro y los Castro y que financian con el narcotráfico. Quien con niños se acuesta, mojado se levanta. Pues eso. Empieza ahora un período raro, donde las componendas de José Luis Rodríguez Zapatero por Venezuela o las conferencias de Monedero nos van a pasar factura. Y antes o después, por supuesto, lo sabremos todo, y se nos caerá la cara de que nuestro vicepresidente y ministros formen parte de mafia tan ponzoñosa.