Opinión

Inquietante salto en el aire

Parodiaba el humorista José Mota en la programación televisiva de fin de año, a un Congreso de los Diputados tomado por decenas de cómicos y consecuencia de ello, una «solemne» intervención del Rey en la que venía a exigirles deponer su actitud y desalojar un espacio solo reservado para «el cachondeo habitual de los políticos». El número de humor hoy se queda desgraciadamente viejo porque tal vez acabemos incluso añorando ese circo de varias pistas en el que se venía convirtiendo nuestro Parlamento parodiado por Mota, ante la tarjeta de visita ofrecida por un hemiciclo fragmentado, crispado e irreconocible, que 85 años después ha resucitado a dos Españas enconadas. Las apreturas con las que Sanchez resultaba ayer investido presidente son un preludio de la legislatura más inquietante de la actual etapa democrática. La carrera hacia una meta tan imprevisible como las curvas que aguardan –y con todo el beneficio de la duda hacia quienes aún no se han sentado en un nuevo Consejo de Ministros– arranca con el plomo en las botas que para el país suponen tres grandes elementos de incertidumbre:

El primero, la debilidad de un estado especialmente evidente para sus enemigos acomodados paradójicamente en el garantismo que ofrece el sistema, para socavarlo desde dentro. Los graves ataques a la figura del Rey desde la tribuna del Congreso, la ausencia de una clara defensa desde el Gobierno a quien es clave de bóveda de nuestro régimen democrático, las acusaciones de manipulación y hasta de golpismo contra organismos como la Junta Electoral Central o el desprecio hacia división de poderes cuando los togados no se someten al dictado partidista son buena prueba de ello.

El segundo es el galimatías territorial centrado en el chantaje desde los separatismos catalán y vasco ahora convertidos en muletas de un gobierno social-comunista y en la proliferación de un populismo cantonal que rompe la vertebración del país y cuyo recorrido no va más allá de lo que duren los fondos para repartir las dádivas prometidas, por no entrar en particularidades más concretas de quienes, como en el caso de «Teruel existe» ponen cara a esa opción política. No es solidaridad interterritorial, es provincianismo paleto.

Y el tercero es el económico. «Zp» llegaba al poder con la herencia de unas arcas rebosantes para hacer lo que más gusta a la izquierda que no es otra cosa más que derrocharlas, hasta que las cartas llegaron mal dadas y solo quedó el abismo, pero ahora con las luces de alarma parpadeando y en pleno frenazo de crecimiento, no hay trigo para tanta promesa por mucho que se vendan «apretones a los ricos». El salto en el aire comienza hoy sin más red que la falsamente brindada por el separatismo y lo peor es que de haber «tortazo» nos lo llevaremos los españoles de a pie. Inquietante…como poco.