Opinión
A los suyos y a los otros
El Rey, en el acto de celebración de la Pascua Militar en el Palacio Real –que coincide con el cumpleaños del Rey Juan Carlos I–, midió con elegante respeto sus palabras. No las que dedicó a los suyos, sus militares y guardias civiles, a los que agradeció su servicio, su vocación, su calidad humana y su lealtad con todos los españoles. Midió sus palabras para que los otros no se enfadaran demasiado. Llegaron los otros al Palacio Real con unos caretos poco adecuados a la serenidad y la cortesía. Me refiero al presidente en funciones que compra apoyos por 500.000 euros y al ministro del Interior que no se entera de nada. La ministra de Defensa, más o menos, más menos que más, estuvo pasable dentro de su nerviosismo. El problema de estar rodeado de uniformes decentes no es otro que las autocomparaciones. El que compra votos y el que no se entera de los pactos que establece el trilero con el PNV para echar a la Guardia Civil de Navarra, desprecian la austeridad y la honradez. Esos señores y señoras que vestían uniformes en torno a su Rey, invierten toda su vida en el servicio a España y los españoles. Y cuando alcanzan el momento de pasar al servicio inactivo y posteriormente a la reserva, se sienten premiados por la sociedad que han servido con una jubilación modesta que rechazarían todos los políticos de derechas, centro, izquierda y ultraizquierda por insultantes. Los suyos no han entregado sus vidas por España a cambio del lujo y el dinero. Los otros, sí. Y ese detalle crea un ambiente en el que predomina el complejo de inferioridad. Los políticos se sienten irremediablemente inferiores a los soldados y guardias civiles allí presentes.
Pero medir las palabras no significa que su significado no se interprete. Cuando el Rey recordó a los caídos, y afirmó ante los suyos que «sabéis mejor que nadie que garantizar la libertad y la seguridad de los españoles es una misión fundamental», los otros pusieron expresión de cuerno. Porque los otros no tienen ninguna vocación de garantizar la libertad y la seguridad de los españoles. ¿Cómo van a tenerla si van a gobernar con los apoyos de una coalición formada por terroristas y herederos del terrorismo? Entre guardias civiles, policías nacionales, y militares de Tierra, Mar y Aire, los que van a apoyar al falsario para que mantenga su delicia del poder, asesinaron a más de seiscientos héroes inocentes, desde Generales y Almirantes a soldados y guardias civiles recién incorporados a sus deberes. Y todo eso a cambio de unas remuneraciones ridículas, porque los militares y guardias civiles que rodeaban a los de la expresión de cuerno, valoran más el deber cumplido, el sufrimiento, la abnegación e incluso la entrega de la vida por España, que la nómina, las dietas, las primas, los mejunjes y el abuso del dinero público para alcanzar sus fines, el de los otros.
Y cuando el Rey subrayó la lealtad de los militares a la Constitución y ensalzó el trabajo diario de la Guardia Civil, las caras de cuerno se endurecieron, porque los otros no respetan la Constitución y han pactado con los enemigos de la Carta Magna expulsar de Navarra a la Guardia Civil. A Marlaska, además de la cara de cuerno se le puso expresión de madrastra de la Cenicienta.
Esos soldados uniformados, siempre en su sitio, educados, generosos y prudentes, ya se habían enterado de que una empresa de Tomás Guitarte había recibido algo más de 500.000 euros de todos los españoles a cambio de su apoyo al precipicio. «Teruel Existe», pero vive en Valencia. Para que un militar o guardia civil puedan reunir esa cantidad regalada por el otro a otro de los otros, necesitarían vivir dos vidas de servicio continuo a los españoles sin gastar ni un euro en los economatos y supermercados. Y esa comparación también afecta a los otros, que se sienten al lado de los que visten el uniforme, como lo que son. Unos derrochadores del dinero público a cambio, no del servicio a los demás, sino del Poder.
El Rey mide también sus gestos, y el de la Pascua Militar fue un gesto preocupado, serio y sereno. Habló orgulloso a los suyos, como su Jefe Supremo. No es papel mojado el que contiene el máximo mando del Rey en sus Fuerzas Armadas. Y ese contenido se aprobó con abrumadora mayoría cuando los españoles votaron la Constitución del Estado de Derecho, de la libertad recuperada y de la reconciliación. Los Estados nacionales tienen que defenderse de los golpistas y de los terroristas camuflados, que hoy apoyan el Gobierno de un partido que en el cercano ayer asesinaron. Sucede que entre los militares no hay estridencias, y la buena educación impera sobre sus sentimientos individuales. Eso que se llama disciplina y respeto jerárquico. El Rey departió y abrazó a los suyos, y los otros se marcharon a seguir trabajando para asegurar la destrucción de España. Lo malo es que los suyos, los del Rey , además de la Constitución tienen el deber de cumplir a rajatabla con las Reales Ordenanzas. Los otros no lo tienen fácil. Y millones de españoles lo celebramos.