El bisturí
Cortina de humo pacifista para tapar la corrupción
Pocas dudas hay de que el presidente del Gobierno doblará finalmente la cerviz y cederá ante lo acordado
«Europa debe estar alineada con la OTAN, como exigió Donald Trump». La frase es de la presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von Der Leyen. «Se han acabado las vacaciones militares en Europa». La frase es del primer ministro del Gobierno polaco, Donald Tusk. La trascendental cumbre mantenida por la organización atlántica concluyó la pasada semana en La Haya con una voluntad manifiesta de los estados participantes de incrementar el presupuesto de Defensa ante la escalada bélica desatada en el mundo y, particularmente, ante la protagonizada por Vladimir Putin, quien considera a Ucrania como un territorio desde el que dar el salto más que un fin en sí mismo, como atestigua la alerta máxima decretada en todos los países limítrofes, sabedores de la voracidad territorial e imperialista del líder ruso. La única voz discordante, más aparente que real, fue la del presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, cuyo sobrevenido pacifismo, su apelación a la contención presupuestaria para dedicar el dinero a fines sociales en vez de a tanques y misiles, y sus ataques dialécticos contra Israel no son más que fuegos de artificio, cortinas de humo como los que prodiga todo su Gobierno para lanzar un guiño a la izquierda más recalcitrante y encubrir de paso la escalada de corrupción que rodea a su partido, y para la que no encuentra escudo defensivo posible. En este contexto hay que encuadrar su negativa a admitir lo que sí había firmado en la declaración final sobre el aumento del gasto militar y la seguridad manifiesta del presidente de Estados Unidos de que al final España terminará claudicando y acatará el acuerdo, porque una cosa es un brindis al sol para consumo interno e intentar embaucar a los menguantes partidarios aún crédulos, y otra poner puertas al campo y negarse a aceptar la evidencia de que Europa necesita rearmarse para poder seguir prestando precisamente esos servicios sociales que tanto afirma querer reforzar. A pesar de que la propaganda gubernamental difunde la especie de que otros países del sur alejados de Rusia, como Italia, dicen en privado lo que Sánchez afirma en público, pocas dudas hay de que el presidente del Gobierno doblará finalmente la cerviz y cederá ante lo acordado, aunque trate de disfrazar el nuevo gasto belicista bajo las formas más inverosímiles de I+D. Aunque no lo ha afirmado explícitamente, otra de las razones de la boutade del líder socialista al hilo de la cumbre de la OTAN es el escaso margen de que dispone España para incrementar el gasto en Defensa, habida cuenta de que la voracidad recaudatoria mediante su masacre impositiva está a punto de traspasar todas las líneas rojas, y de que la deuda pública se encuentra disparada en niveles récord, lo que obliga a detraer importantes partidas para el pago de los intereses. El debate mantenido esta semana en Sevilla en la cumbre de la ONU sobre los sacrificios que impone el pago de esa deuda a los países miembros constituye en este sentido una tabla de salvación a la que agarrarse. Las condonaciones y la flexibilidad en los pagos aumentaría el margen de maniobra de un presidente en el filo del alambre. La ferviente defensa de los servicios públicos que hace Sánchez con su pacifismo de salón casa mal también con el dinero dilapidado por sus secretarios de organización en juergas y mordidas, pero ese es otro cantar. Ahora toca hablar del no a al guerra, de Gaza, del contubernio judío y de la sanidad y la educación.