Opinión
Por los hechos te juzgarán
El vicepresidente in pectore ha lamentado que a Pedro Sánchez y a él se les vaya a juzgar por «lo que somos, y no por lo que hagamos». Es una extraña presunción en quien califica a los que no piensan como él de «anti España» y «antidemócratas». Pero se equivoca. Si hay algo que los ciudadanos deseamos estos días es que el gobierno nuevo evite el frentismo, el revanchismo, la unilateralidad, los privilegios nacionalistas. Queremos el bien común, la defensa de las libertades y la igualdad. Ojalá no haya ni que criticarlo.
Naturalmente, no ayuda a que te juzguen positivamente censurar a los que abandonan los barrios de las ciudades «para vivir en el campo en urbanizaciones alejadas de los problemas diarios de los ciudadanos» y comenzar tu andadura política haciendo eso exactamente. Comprarte un chaletazo en Galapagar. Cuando la gente afea esto, no señala lo que Pablo Iglesias «es», sino precisamente lo que hace, su incoherencia.
Personalmente, coincido en ciertas cosas con el nuevo vicepresidente. A saber, la justicia social, la ayuda a los más pobres, los impuestos progresivos, son todos principios defendidos por la doctrina social de la Iglesia. En la defensa de los desfavorecidos es imposible ir más allá que Francisco, los misioneros o los de Cáritas. Y la ejemplar colaboración en Madrid del cardenal Osoro y la señora Carmena es un ejemplo de ello. Juntos ayudaban a dar de comer a los acogidos por el Padre Ángel. El problema con Pablo Iglesias no viene ni por ahí ni por su casa, sino por el empeño en poner en práctica algo tan concreto y «viejuno» como la revolución del proletariado.
Los hechos que temo de su parte son: que recorte libertades a los medios de comunicación (acusándoles de difundir fake news), que ponga la educación al servicio de su ideología (por considerar que los padres son retrógrados), que anteponga la eutanasia a los cuidados paliativos (no queremos morir con dolor ni morir antes de tiempo), que meta a sus amigos en la carrera judicial por la puerta de atrás, que dispare el desempleo, que haga huir a las multinacionales, que persiga la libertad religiosa, que conceda a los independentistas derechos de los que carece el resto de los ciudadanos. Eso vigilaré y contaré de Pedro y Pablo. Y me da igual lo que hagan uno, con el colchón de la Moncloa, u otro, con su casoplón o su coleta.
No temas, Pablo, por los hechos se te conocerá. No irrumpiremos desnudas en tus reuniones, no lo tenemos por costumbre. Tampoco te llamaremos anti España, porque eres español; ni te juzgaremos por antidemócrata. Sólo te señalaremos si te saltas el estado de derecho o recortas nuestra libertad de pensar, rezar, actuar, educar.
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