Opinión
Acabarán dejándose por guasap
El manual de convivencia hecho público por PSOE y Podemos para delimitar hasta dónde pueden echarse los trastos a la cabeza o colocarse las medallas del otro parece las normas de un colegio mayor con el fin de evitar las novatadas y orientar a los alumnos en aptitudes básicas y decorosas, como no dejar los calcetines usados en mitad de la habitación, que eso enfada mucho a la señorita Celáa, que aún no acaba de entender por qué las recién llegadas hacen apología del sobaco sin afeitar. El infantilismo engrandece el comienzo de este Ejecutivo que pregona códigos que deberían darse por sentado o apañarlos en privado, que para unas cosas nos enteramos de todo y para otras el apagón nos acerca a la pobreza informativa para la que no hay subvenciones. Si este es el comienzo de una bonita amistad, el final estará escrito en guasap antes de que le dé tiempo a borrarlo a Pablo Echenique, el mago que hace desaparecer palabras cuando siente la sentencia del poder. Este Gobierno empieza bien. Retrasado. Y terminará peor. Pero será. Hay quien reza para que se alargue el acto de la promesa y que jamás echen a andar los Presupuestos, eso que se han ahorrado. Pierdan toda esperanza. Estos juegos de niños no son más que los prolegómenos de la legislatura del comino, cocinada con mucho truco marrullero. El dolor, lo dice el Rey, viene después. Ya veían en Moncloa cómo las inexpertas huestes de Pablo Iglesias sacaban una mayúscula por cada coma del Boletín Oficial del Estado y ha querido poner orden antes de que la orgía comience. El gobierno bonito es ahora el gobierno tronito. Para eso les sirve la Corona. Ya lo dije, un día se encontrarán en la guerra clamando «¡Mi reino por un caballo!», pero ya serán tantos los traicionados que apenas un misericordioso lanzará una daga. «Mañana en la batalla piensa en mi», soñarán la víspera del Consejo de ministros. Al presidente le empiezan a fundir los celos. Y no piensa ya en este tramo sino en el siguiente. Cómo convencerá a sus futuros electores de que el príncipe de los ingenios es él y no el vicepresidente. Iglesias no pude competir en belleza con Pedro Sánchez, que hemos descubierto que es Can Yuman sin barba, pero sí en astucia propagandística. Toca ahora tasar la pena. Cuántas veces tendrán que escribir en Tuitter : «No volveré a ponerme galones que no son míos». Por favor, sigan por esa vereda, pásense papelitos por debajo del pupitre, dejen un chicle en el asiento de la seño. Mientras recitan manuales nos dejarán en paz.
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