Opinión

La última lección

Hace poco escribí sobre la película almena «La Ola», rodada en 2008, sobre un profesor que propone a sus alumnos experimentar en piel y en mente propia si un nuevo Holocausto sería posible en la Alemania actual. La respuesta: un si rotundo.

Hoy lo hago de un largometraje francés del 2018, «La última lección», sobre el comportamiento de un reducido grupo de seis estudiantes «peculiares» en un instituto. Todo comienza con el suicidio de su profesor de literatura, arrojándose por la ventana de esta clase de «alumnos intelectualmente precoces», y la llegada del sustituto. Los seis jóvenes se muestran fríos, hostiles, inalterables, artificialmente concienciados de los problemas más acuciantes de la humanidad: el cambio climático, el terrorismo, el maltrato animal, la degradación humana… Su soberbia sobrevenida, su comportamiento tiránico, entre ellos y con el resto, a los que considera inferiores, su actitud violenta y el reproche hacia las generaciones anteriores a las que considera responsables de los problemas del mundo, y por consiguiente, merecedoras de un trato vejatorio y de un castigo ejemplar. Para los demás son raros, inadaptados y extravagantes, pero ellos se consideran demasiados lúcidos y obligados a reaccionar para rechazar el mundo actual, «el mundo de la decadencia». Y reaccionan para aleccionar al resto. Imaginen…

Dejar temas tan importantes y trascendentales para la sociedad en manos y en boca de mentes adolescentes aún en formación, no solo resulta ridículo sino que conlleva riesgos y peligros. Si seis alumnos pueden hacer lo que hacen en una clase, imaginen lo que serían capaces de hacer en el mundo. Es inevitable ver la sombra de Greta Thunberg sobrevolando todo el relato. Y da cosita.