Opinión

La guerra civil estaba en Cataluña

Tanto mentar la bicha de la memoria histórica y resucitar cadáveres de la Guerra Civil como muestra de los fascista que es España para encontrarnos con que la contienda entre lazos de sangre se libra en Cataluña. La lucha de titanes, como en los «peplum» que veíamos de pequeños, tiene esa épica de cartón piedra, que es en lo que se ha convertido el «procés»: el intento de los héroes en esconder que debajo de sus camisetas no está Supermán sino una pandilla aniñada que anhela sus propias competencias para llevar el scalextrix. El gigantismo del cíclope de Lledoners contra el quinto beatle. Ya están sobre la mesa los cuchillos y avisado el afilador. Uno ha de caer por los riscos del Olimpo. Torra se aparece ya definitivamente como un espantapájaros al que solo puede salvar el mago de Oz y los chapines de Dorothy. Si antes era poco, ahora es nada en su concepto ontológico. El pelele existe, pero es un individuo nulo. Y con este concepto se reunirá Sánchez, si los dioses no lo remedian, el 9 de febrero. Otro encuentro abocado a la nada. Sánchez se verá con Torrra como Ábalos con la vicepresidenta de Venezuela, no sabemos para qué si ya es no es nada. Ya puestos, la charla podría ser en un avión. Palmaditas en la espalda, para quedar como el presidente del diálogo, a un señor al que la ley considera inhabilitado. No hay mayor desatino. Pero tenemos que hablar más de Torra, el gobernante que vino cuando hacía falta un rey y se encontraron con Claudio en el armario, el hombre que ha llevado a Cataluña a la grosería institucional, una sombra en los pasillos de la Generalitat que no encuentra a su persona, el ventrílocuo que recita una historia de «playback», anticipo de carnaval, el mejor aliado que podría encontrar el llamado constitucionalismo pues no hay en su apariencia funcionaria en funciones mayor espejo del esperpento. Demostrado queda que la mayoría independentista era una ensoñación, que diría el Supremo. Las elecciones anticipadas de Cataluña decidirán el futuro no de aquella tierra sino de la Legislatura de Sánchez. Todo está planeado. Solo hay que aguantar el temporal de escupitajos que ERC soltará contra el Estado sin que al Gobierno le piten los oídos. Ya nos están acostumbrando. No hay problema. El objetivo es el tripartito, Miquel Iceta bailando como «president». Si esa meta no se alcanza, para entonces los galgos se mostrarán cansados y se escapará la liebre. Junqueras, el sobrado, lo tiene todo en su cabeza. Y Sánchez, también. Pero eso será para la próxima temporada.