Opinión

Desigualdad demostrada

El titular de «El País» era contundente: «1.344 películas demuestran la desigualdad en Hollywood». Dos investigadoras españolas, Sofía Izquierdo y María Navarro Paniagua, revisaron todas esas películas, analizando el caché de 267 estrellas entre 1980 y 2015, y comprobaron que no ganan lo mismo las actrices que los actores: «La media es de un millón de euros menos por película».

El artículo transmitía una sensación de denuncia, de identificación entre desigualdad e injusticia. Ello convoca por definición al poder para que repare esa violación de la justicia.

Ahora bien, desigual no es injusto de por sí. Es un hecho que numerosos hombres son más listos y más guapos que yo, pero esa desigualdad no es injusta, porque la injusticia es privarme de lo que me corresponde o pertenece. Y a mí no me corresponde ser listo ni guapo, y no tengo ningún derecho a ello. Lo que me corresponde y me pertenece es mi trabajo y lo que gano con él: si me lo quitan por la fuerza están cometiendo una injusticia.

Si las actrices cobran menos que los actores, ¿es discriminación? Según el DRAE eso es «seleccionar excluyendo», o «dar trato desigual a una persona o colectividad por motivos raciales, religiosos, políticos, de sexo, de edad, de condición física o mental, etc.».

Discriminar tampoco es injusto de por sí, porque todos somos excluidos y nos tratan de manera desigual en muchos ámbitos y ocasiones en donde no cabría denunciar injusticia alguna.

La clave la da el propio artículo: «Hay cuestiones difíciles de afinar y que escapan de las bases de datos: ¿por qué un actor triunfa y, por tanto, gana más que otro? “No sabemos si hay una elección, y una discriminación, por parte del productor o por parte del público”», aseguran las españolas.

Ahora bien, la diferencia de cachés difícilmente resulte de una discriminación de los productores, porque si dieran la espalda al público sus películas fracasarían. Pero si lo que sucede es que las mujeres y los hombres prefieren ver a un hombre más que a una mujer en el cine (o en el fútbol, el tenis, o donde sea) ¿qué hacemos? Y sobre todo ¿debe hacer algo el poder político y legislativo para evitarlo e imponer por la fuerza unas preferencias distintas?