Opinión

Contorsiones progresistas

La caída del Muro de Berlín, ese gran triunfo de la libertad, fue también un golpe a la ideología antiliberal, que ha practicado desde entonces singulares contorsiones.

El premio Nobel de Economía, Joseph E. Stiglitz, afirmó seriamente en «El País» que el capitalismo, ahora llamado «neoliberalismo», ha sido un desastre, porque «la total desregulación de mercados» fue «causa fundamental» de la crisis, «el crecimiento se desaceleró, y sus frutos fueron a parar en su gran mayoría a unos pocos». El mercado se impuso a los Estados, porque «Wall Street tenía más poder político que la ciudadanía», y «el neoliberalismo lleva cuatro décadas debilitando la democracia».

Pero ese Muro Neoliberal, al revés que el comunista, es un puro camelo. Nunca hubo una desregulación total de los mercados, y especialmente no en el ámbito monetario y financiero, que fue, como suele suceder, la causa fundamental del colapso de 2008.

El Nobel no parece darse cuenta de que los bancos centrales siguen ahí, pero tampoco es consciente de lo que significó realmente la caída del Muro de Berlín. La temida y denostada globalización, con todas sus limitaciones, inauguró una ola de libertad, cuyos resultados fueron exactamente los contrarios del apocalipsis descrito por Stiglitz. En efecto, el crecimiento no se desaceleró, y sus frutos se repartieron por el mundo con tanto éxito que cientos de millones de personas dejaron atrás la pobreza extrema.

En el plano político, el desmantelamiento de los Estados no se produjo en ningún país del mundo, y la democracia se ha extendido como nunca.

Siguiendo fielmente el guion de la corrección política, insiste Stiglitz en la última bandera de los apocalípticos: «La crisis climática: el neoliberalismo provocará literalmente el fin de la civilización». Habrá que buscar alguna cita de este sabio a propósito de cómo trató el medio ambiente el comunismo.

Dos apuntes finales. Lamenta Stiglitz que «a los economistas de ideas heterodoxas se los trató como a herejes dignos de ser evitados o, en el mejor de los casos, relegados a unas pocas instituciones aisladas». Lo dice un premio Nobel, presente en los principales medios de comunicación del mundo. Y, por fin, la perla: «Cuando las malas ideas se arraigan, no mueren fácilmente». Cuánta razón tiene usted, don Joseph.